Por Julián Schvindlerman
Mundo Israelita – Febrero 2022
El último informe de Amnistía Internacional (AI) escaló sus ya tendenciosas acusaciones contra Israel al nivel del Apartheid. El reporte fue rápidamente repudiado por los gobiernos de Gran Bretaña (donde AI está asentada), Alemania, Estados Unidos y, comprensiblemente, Israel. “Tomar en serio a estos activistas por los derechos humanos cuando publican un nuevo informe contra Israel es más o menos como tomar en serio un informe sobre los afroamericanos elaborado por militantes del Ku Klux Klan” opinó el periodista israelí Ben Dror Yemeni.
The Wall Street Journal indicó que el propósito de AI fue socavar los Acuerdos de Abraham y la tendencia pro-normalización que pusieron en movimiento. Efectivamente, en un momento en que la cuestión palestina es marginal en los asuntos del Medio Oriente -y ni que hablar globalmente- los activistas politizados de AI buscaron reinsertar el meollo palestino al centro de la agenda internacional. Las pretensiones políticas contenidas en el reporte -que la ONU sancione al estado judío, que la Corte Penal Internacional lo investigue, que la comunidad mundial imponga un boicot militar en su contra y también que lo aisle diplomáticamente- exponen los objetivos malintencionados de sus redactores.
Tras la presentación del informe polémico, un periodista del Times of Israel entrevistó a los referentes de AI. Atinadamente, les recordó una encuesta del 2016 que mostró que el 68% de los palestinos veía favorablemente a la democracia israelí. ¿Qué otro grupo étnico conocen que aprecie el sistema de gobierno de su presunto opresor? Fue básicamente la pregunta elevada.
Es tedioso tener que refutar la calumnia del Apartheid lanzada injuriosamente contra Jerusalem repetidas veces, pero hagásmolo una vez más. Para que la analogía del Apartheid tuviese validez, Israel debiera ser un país de mayoría árabe gobernada por una minoría judía que la sojuzgara. Debiera haber incorporado el racismo a sus leyes, haber prohibido el casamiento interracial, designado asientos especiales en los autobuses para ellos, determinado qué disciplinas podrían estudiar y dónde podrían residir. La minoría árabe de Israel representa alrededor del 20% de la población total del país. A pesar de tratarse de una minoría afectivamente vinculada a naciones que han guerreado con Israel en el pasado, a pesar de la identificación nacionalista que muchos miembros de esta comunidad expresan con los palestinos, y a pesar del radicalismo que exhiben cotidianamente muchos de sus representantes parlamentarios, los árabes de Israel gozan de una libertad de expresión cívica, política, religiosa, cultural y social superior a la de cualquier país vecino donde los árabes son mayoría. Tienen acceso a las escuelas, universidades, hospitales y centros de entretenimiento en paridad con los israelíes. Han obtenido bancas en el Parlamento, han llegado a la Corte Suprema de Justicia, han tenido asiento en el gabinete israelí y hoy un partido islámico integra la coalición de gobierno. Los druzos y beduinos han servido incluso en el ejército y en la policía. Hubo también una Miss Israel árabe.
Claramente, no hay base alguna para la comparación con el Aparthedi de Sudáfrica. Y sin embargo, la equiparación es un clásico. El ex presidente norteamericano Jimmy Carter ha escrito un libro dedicado a este tema con el título Peace, Not Apartheid, Desmond Tutu fue un fan de la infamia, Human Rights Watch la abrazó con entusiasmo y ahora AI ha hecho lo propio.
¿Y la situación en Gaza y Cisjordania? Algún irritado antisionista preguntará. Bien, hablemos de esas zonas. Allí hay una situación de discriminación extrema que rozaría o alcanzaría la tipificación de Apartheid… aunque en sentido inverso. Los gobiernos palestinos de aquellos territorios simplemente no permiten a ningún judío israelí asentarse en esas zonas. La Administración de Ramallah incluso tiene una ley que penaliza con la muerte la venta de tierras a judíos. La incitación antijudía y antiisraelí es feroz e sus medios de prensa. Y los judíos apenas pueden rezar libremente en sus propios sitios sagrados. Según el profesor Eugene Kontorovich de la Universidad George Mason:
“En todos los territorios controlados por el gobierno palestino, a los judíos se les impide rezar en sus lugares sagrados, a pesar de las disposiciones explícitas de los Acuerdos de Oslo que requieren que la Autoridad Palestina proteja dicho culto. Cuando los judíos logran visitar tales santuarios, deben hacerlo en medio de la noche bajo vigilancia armada. E incluso en áreas bajo control israelí, como el Monte del Templo, el lugar más sagrado de los judíos, la Autoridad Palestina impide la oración pública judía al amenazar con violencia masiva si los judíos la ´contaminan´ con sus ´pies sucios´, en palabras del presidente Mahmoud Abbas”.
De modo que parece haber una situación existente de Apartheid en la región de la Palestina Histórica. Solo que del otro lado de la línea verde y en zonas de autogobierno palestino. Los expertos de Amnistía Internacional confundieron el mapa.