Hace un par de días, un buen amigo me escribió contándome que había tenido un intercambio de mensajes con otro amigo, quien le comentó que la caricatura publicada el jueves 25 de abril de 2019, en The New York Times, esa en la que aparece un Trump ciego, con kipá, guiado por un perro salchicha con cara de Netanyahu y para que no queden dudas, le colgaba del cuello un Maguen David, no le pareció antisemita.
Beatriz W. de Rittigstein*/Israel Internacional
El amigo de mi amigo vive en Israel desde hace unos 46 años, le escribió: “La verdad, a mí no me parece antisemita esa caricatura. Puede ser de mal gusto, aunque tiene una semilla de verdad. Pero con todos los eventos en el mundo en general y EEUU en particular, hay mucha sensibilidad y justificada. Nosotros regresamos la semana pasada de Viena y Salzburgo. Si quieres buscar antisemitismo y racismo se puede comenzar allí. Hasta hoy en día, la mayoría de los austriacos dicen que ellos fueron víctimas de los nazis y no aceptan ninguna responsabilidad, aunque la verdad histórica es completamente diferente”.
Mi amigo le respondió que esa caricatura era claramente antisemita: “inclusive se disculparon; es como decir ‘no lo quise matar, pero ya está muerto’. En la diáspora somos muy sensibles a estos chistecitos, han causado mucho daño, así comenzaron en Europa y ya sabes en lo que degeneró… No solo los austriacos se dicen ‘victimas’, también los polacos son unos ‘santos’ -hasta sacaron leyes con penas carcelarias para quienes los ‘difamen’”.
Para mí, por supuesto y tratando de ser objetiva, la caricatura del The New York Times es en extremo antisemita, conjuga una serie de elementos prejuiciosos, de los viejos, de los que se remontan al oscurantismo medieval y más actuales, de los que demonizan al Estado de Israel. Sólo por mencionar uno de las tantas particularidades involucradas, hace honor a Los Protocolos de los Sabios de Sión: los judíos controlan el mundo, comenzando por el presidente del país más poderoso del mundo.
Me imagino que al amigo de mi amigo no le parece antisemita, porque hace muchos años, desde que vive en Israel, no ha sentido una agresión por el solo hecho de ser judío. De vacaciones percibió que los austriacos aún no reconocen su participación en el Holocausto. Sin embargo, pienso que el asunto principal por el que no vio el odio en la caricatura en cuestión es porque milita en la izquierda israelí que, como muchas en el mundo, ha perdido la brújula de sus objetivos y esa caricatura, más que herir sus sentimientos judíos, le puede causar gracia pues se burla de Trump y de Netanyahu.
Esto no se trata de un concurso acerca de cuál país es más judeofobo. Austria y todos sus sucesivos gobiernos, se negaron a aceptar su responsabilidad en la Shoá; desde hace más de siete décadas esconden su deuda para con la humanidad mediante la excusa de haber sido invadidos por los alemanes. No obstante, el actual gobierno austriaco, encabezado por los conservadores (ÖVP) de Sebastián Kurz, que tiene un componente heredero del nazismo y lógicamente no es de nuestro agrado, le ha tendido puentes al Estado judío y sus votos en los organismos internacionales son favorables a Israel, reconoció que su país fue aliado de la Alemania nazi y que comparte la responsabilidad por el Holocausto. Ese paso es fundamental para superar las huellas de la tragedia. Resulta evidente que todavía falta educar a su ciudadanía sobre tan doloroso capítulo de la historia, ello lleva tiempo y es complicado.
Por ejemplo, los alemanes tardaron en aceptarlo. El gobierno fue rápido, pero la población no. Aún recuerdo el impacto en los alemanes comunes cuando, en los años 70, vieron las transmisiones de la serie Holocausto, cada capítulo los afectaba.
Polonia ilustra un serio retroceso, el gobierno de Andrzej Duda no está dispuesto a reconocer los crímenes enmarcados en el Holocausto y su milenario historial.
En definitiva, más allá de una conversación constructiva, las alarmas de las autoridades de numerosos países deben estar encendidas ante el sensible incremento del antisemitismo. La experiencia nos indica que, cuando los judíos somos víctimas, el mal no se satisface, avanza.
*Maestría en Ciencia Política, graduada con honores. Universidad Simón Bolívar, Caracas-Venezuela, 2002. Licenciatura en Letras, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas-Venezuela, 1978. Colaboración permanente con la organización Hatzad Hasheni; Desde 1999 hasta el presente, Directora Ejecutiva del Departamento de Información y Análisis de la Confederación de Asociaciones Israelitas de Venezuela-CAIV, máxima institución representativa de la comunidad judía de Venezuela. Directora Ejecutiva del Centro de Información y Cultura Judaica- CICJU entre 1992-1998. Coordinadora de la revista anual Haguesher del CICJU. Directora Ejecutiva de la Comisión de Derechos Humanos de B’nai B’rith de Venezuela, entre 1984-1991.
– Publicación en octubre de 2013 del libro para Kindle de Amazon: El Ideario de Norberto Ceresole y su impacto en la Revolución Chavista: 1995-2001
Fuente: http://israelinternacional.com/conversaciones-mananeras-sobre-el-antisemitismo/