POR REDACCION RADIO JAI HACE 6 HORAS EN COLUMNISTAS
El viernes pasado, la Corte Internacional de Justicia hizo pública su opinión, por mayoría y no vinculante, sobre un pedido burocrático y con varios meses de antigüedad de parte de la Asamblea General de la ONU, sobre la supuesta ilegalidad que comete Israel en territorios de la Margen Occidental y del este de Jerusalén. Hasta ahí la letanía de la solicitud no varía el lenguaje reiterado que pronuncian robots diplomáticos. Pero esta vez, ONU agregó que la Corte también debía teorizar sobre la Franja de Gaza, el lugar del que Israel se retiró hace 20 años. Y la Corte aceptó hacer el trabajo, porque al fin y al cabo es un grupo de funcionarios rentados por la ONU, y si ésta pide, por qué no tomarse unos cuantos meses y discurrir plácidamente en las oficinas de Ginebra.
Como la Corte no podía emitir un fallo vinculante ya que se dedicó a estudiar temas de interpretación legal, se cuidaron en el uso del lenguaje convirtiendo al hecho jurídico de no poder hacer nada ejecutivo en términos que hasta podría ridiculizar su tarea de llenar páginas. Veamos. La Corte establece en este escrito que Israel debería detener su actividad de asentamientos en los territorios y hace una convocatoria a la comunidad internacional a que lleve a cabo sus mejores esfuerzos para poner fin a la ocupación. Sugiere (usa ese término ambiguo) que habría un trato diferencial para ciudadanos israelíes y palestinos en los territorios, lo que presuntamente sería ilegal. En ningún párrafo de su texto califica a la ocupación de ilegal, sino que utiliza el condicional señalando que habría conductas ilegítimas que van contra la ley internacional.
Los 4 jueces que disienten con la mayoría señalan dos olvidos intencionales. Uno, jamás se mencionan los derechos de Israel a su seguridad, dos, jamás mencionan el terrorismo constante contra Israel a lo largo de 7 décadas y media. Agregan además otro olvido: la existencia de un largo proceso político y diplomático amparado en resoluciones del Consejo de Seguridad cuyo objetivo es lograr la existencia de dos Estados. Los jueces disidentes con el dictamen subrayan que el hecho de que dicho proceso político y diplomático esté estancado no significa que no existe y que una Corte Internacional no puede soslayarlo. Otra vez, esta Corte ha decidido hacer primar la retórica y no el Derecho Internacional para emitir una opinión en lugar de un documento serio y pasible de considerarse por las partes; lo que la Autoridad Palestina pretende que es la palabra “ilegal” en un documento así, no fue ni considerada, y en suma cobra valor la opinión disidente de la jueza ugandesa Julia Sebutinde, que otra vez, demuestra la intencionada malicia de la mayoría de la Corte.
Cuando hace unos meses, esta Corte aceptó el pedido de Sudáfrica de que Israel sea acusado de genocidio, Sebutinde fue la opinión disidente de la atribución que se tomó la Corte de aceptar algo así. Ahora, vuelve a discrepar. En un alegato de casi 40 páginas Sebutinde destruye los argumentos de los once jueces que se expresaron contra Israel y sólo contra Israel. Algunas de las conclusiones de la jueza de Uganda:
- Se omite toda referencia al contexto histórico lo cual es esencial para entender la disputa entre las partes y sólo se pide a Israel el cumplimiento de la ley internacional
- El dictamen muestra falta de equilibrio e imparcialidad
- Es imprescindible ir a las raíces históricas del conflicto incluyendo reclamos de las partes desde el Mandato Británico y tener en cuenta todo el proceso histórico de tratativas entre las partes
- La Corte carece de información adecuada, precisa, equilibrada y confiable que le permita tomar decisiones y dar asesoramiento sobre las cuestiones en disputa
- La Corte elude y pone potencialmente en peligro todas las negociaciones hechas hasta el presente que sí pueden ser legalmente aplicables en el conflicto
- El único camino para una solución permanente del conflicto sigue siendo negociaciones bilaterales entre las partes dentro del marco de Naciones Unidas.
Se puede decir que la jueza de Uganda es demasiado optimista o hasta ingenua, pero hay que ser claros: no son comentarios más o menos parcializados desde alguna de las partes, sino apreciaciones de alguien que ha estudiado el tema. Sebutinde demuestra que la Corte, siguiendo a su patrón, las Naciones Unidas está más cerca del barro que del césped.
El presidente actual de la Corte, Nawaf Salam, quien leyó con fervor el trabajo de la Corte, es un libanés que fue durante 20 años representante de su país en la ONU. En sus dos décadas como Embajador votó a favor de 210 condenas a Israel (más de 10 por año); expresó cada vez que pudo que Gaza “es una prisión abierta” (al estilo Petro); ya hace 15 años calificó a los gobernantes de Israel como “criminales de guerra que se benefician de la impunidad”; en sus discursos ha sido precursor de agravios como “apartheid” y los que hoy, siguiendo su línea, usan Irán y su cadena de cómplices. Asimismo, Salam ha sido un consistente y firme aliado de la dictadura de los Ayatolas. Aunque Irán goza de gran impunidad en la ONU, igual en los 20 años de Salam como Embajador libanés, el organismo internacional, desbordado por las violaciones de Irán a cada uno de los derechos humanos existentes, lo condenó (sin consecuencias, obviamente) 11 veces. Salam se opuso a las 11 condenas. Salam jamás acompañó ninguna condena al régimen genocida de Assad, sino que lo apoyó votando en contra y expresando admiración por lo que llamó “reformas positivas del presidente Assad”. O sea, para el actual presidente de la Corte Internacional de Justicia, las matanzas colectivas de Assad y el exilio obligado de millones de ciudadanos sirios, es algo a respaldar. Salam también trajo su amoralidad a América Latina. Para él, Fidel Castro ha sido un ícono de la resistencia. No dijo qué resistencia, pero no parece necesario que lo haga. Hoy, Salam es presidente de la CIJ. Siendo un organismo de la ONU, parece algo natural que esto suceda así.
Este nuevo intento de la Corte de buscar la deslegitimación y la hostilidad contra Israel sucedió, como ya hemos señalado el viernes pasado. Un dictamen sin equilibrio como dijo la jueza Sebutinde, mientras alrededor, en el mundo exterior a los ventanales de Ginebra por los que no mira especialmente el presidente de la Corte, varias guerras continúan sin que se vislumbre ni un halo de luz al final del camino. El alegato de la Corte no es vinculante por razones jurídicas, pero es menos vinculante por motivos de sentido común, algo que en Ginebra algunos jueces cambian por el descaro de hacer política de la peor especie desde sus sillones. Y su jefe, la ONU, no está muy lejos en todo ese contexto de desatino y desprestigio.
En la madrugada del sábado, los hutíes yemenitas, otro tentáculo del pulpo terrorista de Irán lanzaron un dron que impactó en un edificio del centro de Tel Aviv, asesinó un civil y dejó heridos a varios. Hace meses que los hutíes no sólo piratean y bombardean barcos mercantes en el Mar Rojo porque consideran que pueden tener algún nexo con Israel y EE. UU., sino que en los últimos meses han lanzado más de 200 drones hacia el balneario israelí en Eilat. EE. UU. y el Reino Unido han bombardeado lugares de refugio de hutíes dentro de Yemen; Israel ha detenido los drones, pero esta vez, falló. Y a las 24 horas del ataque a Tel Aviv, como sabemos, Israel bombardeó uno de los puertos de Yemen. En todos estos meses, nadie, y subrayo nadie, ha dicho nada sobre los ataques contra la ciudad de Eilat. Ahora que Israel hizo uso del derecho a la legítima defensa, el secretario general de la ONU, enseguida declaró: “Estoy profundamente preocupado por los bombardeos de Israel al puerto de Hodeida y alrededores en Yemen”.
Irán, a través de Yemen, podrá eventualmente seguir lanzando drones contra ciudades israelíes. Tiene la bendición de Guterres, a quien no le preocupa. Igual, quizás ya no suceda con tanta reiteración, porque saben cuál será desde ahora la respuesta de Israel, que esa sí que le preocupa al ex presidente de Portugal hoy devenido en secretario general de la ONU. También seguramente le preocupe a Guterres que la jueza Sebutinde haya dejado al desnudo a sus empleados de la CIJ y muy en evidencia al oscuro presidente de esta. Y sí, cuando se cae en un pantano, y se chapotea en el lodazal, es difícil preocuparse por todo, hay que ser selectivo.
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