TEMAS: Opinión
En estos tiempos difíciles, es natural buscar faros de esperanza y optimismo. Para ello, puede valer la pena repasar hechos históricos, controvertidos en su momento, pero con un alcance increíblemente positivo visto en retrospectiva.
Es el caso del llamado Acuerdo de Luxemburgo, firmado el 10 de septiembre de 1952 en la Alcaldía de Luxemburgo. Fue negociado entre David Ben-Gurion, presidente de Israel, y Konrad Adenauer, Canciller de la República Federal de Alemania, ambos países recién fundados, en 1948 y 1949 respectivamente. Y ambos países bajo una alta presión geopolítica. Además, lo firmó la Jewish Claims Conference, en nombre de todas las víctimas del Holocausto.
El acuerdo supuso un desembolso de dinero -3,000 millones de marcos durante los siguientes 12 años- en suministros para el recién formado Estado de Israel. Se suponía que esto ayudaría a integrar a las personas perseguidas y desposeídas en y por el Tercer Reich. Con la Jewish Claims Conference se acordó una suma de 450 millones para los mismos fines para personas que vivían fuera del Estado de Israel.
Además, se puso a disposición de los afectados por las infames Leyes de Nuremberg, una suma de indemnización. Estas leyes habían clasificado a los judíos como ciudadanos de segunda clase, y se inició así la codificación de la persecución más sistemática que conduciría a la Shoah.
El Acuerdo de Luxemburgo fue muy controvertido, en ambos países: En Israel la oposición, encabezada por su jefe Menachem Begin, se opuso con vehemencia al acuerdo, enfatizando que ninguna cantidad de dinero podía compensar las atrocidades perpetradas por los nazis.
En Alemania lo fue, porque el país estaba en plena inserción de millones de personas de origen alemán, que huían a un país devastado para salvarse de los cambios en la zona dominada por la Unión Soviética en Europa del Este y, en muchos casos, también de la persecución.
Asimismo, en Alemania, el acuerdo fue la primera pieza de lo que se convertiría en un mosaico de actividades para asumir la inconmensurable responsabilidad histórica de la barbarie nazi. Un compromiso moral que en modo alguno podría limitarse a la compra de la redención a través de la compensación material.
Era el reconocimiento del sufrimiento de los afligidos y de las barbaridades cometidas por los alemanes y en nombre de Alemania. El reconocimiento de que la Shoah había sido “…el capítulo más oscuro de la historia de Alemania y de la humanidad al mismo tiempo”, como afirmó recientemente el actual Canciller Federal Olaf Scholz en un acto conmemorativo en Berlín.
Que de estos hechos emane una responsabilidad que entretanto es razón del Estado en Alemania es alentador, sobre todo en vista del poco tiempo transcurrido desde la derrota de Alemania cuando se firmó este Acuerdo.
Entre el sinfín de conclusiones que se pueden sacar de estos hechos históricos, está la de permanecer alerta y alzar la voz cuando se acercan las banalizaciones de los crímenes perpetrados por los nazis. Por ejemplo, la presentación comercial del libro “Mi Lucha” en el que Hitler esboza su monstruosa ideología o callar frente a quienes aclaman la ideología nazi.
Israel y Alemania son hoy aliados muy cercanos que comparten valores comunes, pero nuestros pueblos entienden que el horrible pasado nunca puede olvidarse y debemos estar siempre atentos para asegurarnos de que tales atrocidades nunca vuelvan a suceder.
Los autores son embajadores de Alemania e Israel respectivamente.
Fuente: https://www.prensa.com/opinion/el-acuerdo-de-luxemburgo-el-triunfo-del-bien-sobre-el-mal/