La revista Time dedica su última portada a retratar las características de esta última ola de un ancestral e infame prejuicio discriminatorio
27 Feb, 2024 02:28 p.m. EST
La revista Time dedica su más reciente portada a “El nuevo antisemitismo”. Noah Feldman, profesor de derecho de Harvard, destaca su aumento notable tras el ataque de Hamas a Israel el 7 de octubre de 2023. Feldman señala que “los incidentes antisemitas se triplicaron en Estados Unidos comparados al año anterior”, un reflejo preocupante de una tendencia que no solo se confina a una región, sino que posee un carácter global. Esta situación se ve exacerbada por eventos clave y la diseminación de actitudes antisemitas a través de las redes sociales, lo que plantea la pregunta subyacente: ¿Por qué el antisemitismo, lejos de desvanecerse, parece ganar más terreno?
Feldman pone de relieve en su artículo el incremento de actitudes y sucesos antisemitas no como un fenómeno aislado, sino como parte de una problemática arraigada en estereotipos y prejuicios históricos. El aumento de actitudes antisemitas no puede atribuirse meramente a causas religiosas, sugiere. Aunque el cristianismo y el islam han tenido sus períodos de tensión con la comunidad judía, “el antisemitismo hoy en día ya no está impulsado principalmente por el cristianismo”, y de manera similar, “el antisemitismo entre los musulmanes no refleja principalmente las afirmaciones clásicas islámicas hechas contra los judíos”. Esto, según Feldman, sugiere una evolución del antisemitismo hacia formas más politizadas y culturalmente enraizadas, distanciándose de los fundamentos puramente religiosos.
En este contexto, el papel de las redes sociales como catalizadores del antisemitismo no puede subestimarse. Feldman identifica cómo estas plataformas “permiten a los influyentes antisemitas reclutar y comunicarse directamente con sus seguidores”, sobrepasando las tradicionales barreras mediáticas y fomentando así la propagación de ideologías odiosas. Este fenómeno se observa no solo en contextos nacionales, sino de manera transfronteriza, lo que complica aún más los esfuerzos por combatirlo.
Feldman también destaca eventos significativos que han marcado recientemente la persistencia y el impacto del antisemitismo, como el ataque mortal en la sinagoga Tree of Life en Pittsburgh en 2018, ejemplificando cómo actos de violencia extrema pueden aflorar a partir de prejuicios arraigados y odio no confrontado. Tal violencia, junto con el ascenso de grupos extremistas y figuras públicas controversiales, subraya la urgente necesidad de abordar las raíces profundas y las manifestaciones del antisemitismo en la sociedad contemporánea.
Al dirigir la mirada hacia el futuro y reflexionar sobre cómo se puede combatir efectivamente el antisemitismo, Feldman plantea una invitación a la reflexión colectiva e introspección individual sobre cómo las percepciones y prejuicios pueden ser desafiados y modificados, en busca de un entendimiento más profundo y una convivencia más armoniosa.
Feldman destaca cómo este prejuicio se ha transformado desde sus raíces religiosas en la Edad de la Ilustración a representaciones más modernas que lo enmarcan dentro de conceptos erróneos raciales y económicos. “La primera gran reinventiva del antisemitismo ocurrió conforme la Ilustración reducía gradualmente el papel de la religión como la principal fuente de actitudes y creencias de los europeos”, puntualiza.
Tumbas judías vandalizadas con esvásticas en un cementerio francees cerca de la frontera con Alemania (Photo by Frederick FLORIN / AFP)
Este cambio de percepción culminó en el siglo XIX, sustentando la creencia de que los judíos eran únicos tanto en el aspecto económico —vistos como capitalistas y comunistas únicos— como en el racial, siendo señalados como inferiores basados en la pseudociencia de la raza que floreció tras Darwin. Feldman argumenta que estas ideas contradictorias no disuadieron a los antisemitas, quienes, ignorando la ilógica, crearon teorías de conspiración, como el mito de que los capitalistas judíos y los comunistas judíos estaban secretamente coludidos.
Aunque hoy, la pseudociencia racial es considerada una vergüenza y la lucha entre el capitalismo y el comunismo se ha vuelto pasada de moda, Feldman señala que “el populismo antielitista todavía puede recurrir a viejas calumnias sobre el poder judío”. Este resurgimiento del antisemitismo tiene lugar en un contexto contemporáneo en donde se observa una corriente perniciosamente creativa proveniente del lado izquierdo del espectro político.
Feldman también critica la tendencia de utilizar la acusación de antisemitismo con fines políticos, especialmente en tiempos de guerra. “Desplegar la acusación de antisemitismo por razones políticas es moralmente erróneo”, afirma, subrayando como esto puede socavar la seriedad del antisemitismo y silenciar injustamente a los críticos de Israel.
El autor delinea además la situación de los palestinos tras la Nakba de 1948 y en el contexto posterior a la guerra de 1967, resaltando la complejidad de la relación entre judíos y árabes en Israel. Con aproximadamente la mitad de los ciudadanos judíos de Israel descendiendo de judíos europeos y la otra mitad de origen Mizrají o etíope, Feldman destaca cómo la noción de supremacía blanca tampoco se aplica fácilmente a los judíos. “Un número significativo de judíos israelíes son de origen etíope”, refiere, desafiando preconcepciones raciales simplistas.
Un manifestante quema una bandera de Israel y la atraviesa con su puño durante el Ramadan en Teheran, Irán.
Feldman aborda la compleja narrativa que rodea a Israel y su posición en el mundo frente a las acusaciones de antisemitismo y la percepción de ser un estado colonialista. Feldman argumenta firmemente contra la idea de que Israel puede ser comparado justamente con otros estados reconocidos históricamente como colonialistas, como Estados Unidos, Canadá o Australia. El autor subraya que “una persona bienintencionada, libre de antisemitismo, podría describir a Israel como colonialista, pero la narrativa de Israel como un opresor colonialista de población asentada a la par o peor que EE.UU., Canadá y Australia es fundamentalmente engañosa”.
El profesor de Harvard insiste en el hecho de que “Israel representa el único hogar para un pueblo históricamente oprimido que no tiene otro lugar al que llamar propio”, destacando así una distinción crucial entre Israel y otros estados que han enfrentado acusaciones similares de colonialismo.
La nota también se enfoca en la evolución del antisemitismo y cómo este ha adoptado nuevas formas en el discurso contemporáneo. Feldman señala que, para enfatizar la narrativa de los judíos como opresores, el “nuevo antisemitismo” debe de alguna manera pasar por alto no solo dos milenios de opresión judía, sino también el Holocausto, el asesinato organizado e institucionalizado más grande de cualquier grupo étnico en la historia humana. El autor menciona que “algunos han argumentado que Israel, habiendo sufrido el trauma del Holocausto, ahora está perpetrando un genocidio contra el pueblo palestino”. Sin embargo, recalca que “la acusación de genocidio no es inherentemente antisemita”, pero es especialmente propensa a desviarse hacia el antisemitismo.
Feldman señala las complejidades legales y morales implicadas en el conflicto entre Israel y Palestina, incluyendo las recientes acusaciones de genocidio presentadas contra Israel por Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Feldman precisa que estas acusaciones “se basan en el número de civiles muertos, las tácticas que llevaron a las muertes y declaraciones de funcionarios israelíes”, datos que supuestamente demostrarían que Israel tiene la intención de destruir al pueblo palestino. A pesar de la gravedad de estas acusaciones, el autor argumenta que la campaña militar de Israel ha sido llevada a cabo de acuerdo con la interpretación israelí de las leyes internacionales de guerra.
En consonancia con la tradición jurídica, Feldman hace una distinción clave entre la muerte de civiles como daño colateral en un ataque legal y los actos de genocidio, subrayando que “un niño que muere a manos de un asesino genocida no es diferente de uno que muere como daño colateral en un ataque legal. El niño es igualmente inocente y el dolor de los padres igualmente profundo”.
Finalmente, Feldman sugiere que el antisemitismo, como cualquier forma de odio irracional, puede, en principio, superarse. “La mejor manera de empezar a salir del abismo del antisemitismo es auto examinar nuestros impulsos, nuestras historias sobre el poder y la injusticia, y nuestras creencias”, concluye, proporcionando un camino hacia la comprensión y la resolución de una de las cuestiones más persistentes y polémicas de nuestro tiempo.
Fuente: https://www.infobae.com/america/mundo/2024/02/27/el-nuevo-antisemitismo/