La expansión de Irán por nuestra región continental junto con su apéndice, el Hezbollah y Siria como aliado, es alarmante. Lamentablemente, por lo visto, encuentran terreno abonado para sus campañas de odio, violencia y terrorismo.
Hace pocos días, conmemoramos 29 años del ataque terrorista con el que Irán, a través de Hezbollah, destruyó el predio de la embajada de Israel en Buenos Aires. Resaltan las casi tres décadas de total impunidad, sin juicios ni sentencias para los culpables ni para sus cómplices argentinos que, sin duda, los hay.
La elección del país y del objetivo no fue fortuita, sino deliberada; tal crimen no tuvo consecuencias legales ni judiciales, lo cual fue propicio para que, dos años más tarde, la teocracia iraní y su brazo ejecutor, Hezbollah, en otro embate terrorista, detonaran la sede de la AMIA, en la capital argentina.
Pese al tiempo transcurrido, el ambiente argentino no ha variado mucho en cuanto al antisemitismo. Durante la misma semana en la que se rindió homenaje a las víctimas del ataque a la embajada de Israel, acaecieron dos incidentes vergonzosos para dicho país sudamericano.
El primero se desató tras un accidente de tránsito: una mujer colisionó su carro con otro conducido por una joven judía ortodoxa. Ante el fragor de la discusión, la responsable agredió a la joven con gritos antisemitas: “tendrían que haber muerto todos en el Holocausto” y le propinó un puño en la cara. La agresora, al irse del lugar, lanzó su vehículo tratando de atropellar a otras mujeres religiosas reunidas ante el escándalo.
El segundo ocurrió previo al encuentro entre los equipos de fútbol Chacarita y Atlanta. Los hinchas del Chacarita organizaron una marcha hasta el estadio, entonando cánticos antisemitas y luego los subieron a las redes sociales, como el que dice: “vamos a matar a todos los judíos para hacer jabón”.
En el lapso de todos estos años, en Argentina hemos visto numerosos eventos antisemitas, provenientes de distintos sectores y con diferentes excusas, incluyendo algunos que, desde la nefasta clase política se aliaron a la teocracia iraní, como son los casos del sindicalista Luis D’Elía, Fernando Esteche y su movimiento izquierdista Patriótico Revolucionario Quebracho, hasta la actual vicepresidente, Cristina Kirchner.
La expansión de Irán por nuestra región continental junto con su apéndice, el Hezbollah y Siria como aliado, es alarmante. Lamentablemente, por lo visto, encuentran terreno abonado para sus campañas de odio, violencia y terrorismo.
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Fuente: https://www.eluniversal.com/el-universal/93258/en-argentina-odio-e-impunidad