por Ana Jerozolimski / Publicado el 15 de Marzo de 2021
El martes 23 de marzo, dentro de exactamente una semana, la ciudadanía israelí va a las urnas. Por cuarta vez en dos años, una situación sin precedentes producto de una seria crisis política a nivel nacional, los israelíes votan por un nuevo Parlamento (Kneset), de cuya composición debe surgir el próximo gobierno.
En un país como Israel que lidia desde su nacimiento con serios desafíos a su propia existencia, los temas de seguridad siempre son claves. En toda campaña electoral están presentes. Esta no será la excepción, más que nada con la República Islámica de Irán enriqueciendo uranio a un nivel y en cantidades que constituyen serias violaciones del acuerdo nuclear, y con los Ayatollas, como siempre, proclamando cada tanto que su objetivo es que Israe desaparezca del mapa.
Pero esta vez, a raíz de la peor crisis económica en la historia del Estado, debido a la pandemia , la agenda socio-económica ocupa un lugar más central que en ocasiones anteriores. El desafío de lograr que la economía fuerte y estable de Israel retome su curso normal y que todos los damnificados por el Coronavirus puedan volver a mantenerse con dignidad, es claramente parte de la discusión pública. Casi de más está decir, que va de la mano de la polémica acerca del manejo de la pandemia por parte de las autoridades.
Pero indudablemente, el tema central en discusión es “sí o no a Netanyahu”. O sea: ¿se votará de modo que la próxima coalición estará encabezada nuevamente por el actual Primer Ministro? ¿O llegaría el fin de la era Netanyahu?
Es importante explicar cómo funciona el sistema político israelí, para entender parte de la problemática actual.
En Israel no se elige Primer Ministro, sino que se vota por un partido, para formar el Parlamento. Pasadas las elecciones, cada partido recomienda al Presidente del Estado a quién encomendar la formación del nuevo gobierno. Para tener mayoría y recibir esa misión de parte del Presidente, es necesario que 61 escaños –o sea la mitad más uno de los legisladores electos- lo hayan recomendado. Claro que al ir a votar por un partido, los ciudadanos saben a quién ese partido recomendará después de las elecciones. Si el partido es fiel a sus promesas en campaña, el votante sabe que al votar por un partido determinado, está apoyando a que tal o cual sea el próximo Primer Ministro.
O sea, un ciudadano puede votar por el partido ultraortodoxo SHAS-por dar sólo un ejemplo- porque está de acuerdo con su agenda en temas religiosos y sociales, pero al mismo tiempo sabe que ese partido, cuando vaya a ver al Presidente, le recomendará que Netanyahu sea quien reciba el encargo de formar gobierno.
En las últimas elecciones, hace menos de un año, la mayor parte de la ciudadanía , o sea 62 de los 120 escaños, votaron por partidos que no querían a Netanyahu al frente del gobierno. Es un error decir que él salió electo por mayoría. Pero como su entonces férreo advesario Beni Gantz del partido “Kajol Lavan” no pudo llegar a un acuerdo al frente de ese bloque de 62, para que Netanyahu pase a ser oposición, optó por sumarse a Netayahu explicando que la alternativa era ir nuevamente a elecciones y que en medio de la pandemia, eso era una tragedia.
Evidentemente, con ello violó su promesa de hacer todo para sacar a Netanyahu del poder , explicando que su consideración era absolutamente patriótica. Muchos de sus votantes, no le perdonan lo que consideraron una traición, por lo cual no hay siquiera plena certeza aún que logre entrar al Parlamento en las elecciones de la semana próxima.
Los sondeos son fluctuantes. Hay días en los que el bloque de partidos que se sabe optarán por Netanyahu tiene 60 ó 61 y otros días en los que está claro que no más de 58. Pero el problema de fondo se mantiene, ya que en el lado opositor, que no se descarta vuelva a tener mayoría, están tan divididos como antes. Ese lado es mucho menos “bloque” que el favorable a Netanyahu. Del lado que no quiere a “Bibi”, están el candidato Gideon Saar ex ministro del Likud que se opone a la creación de un Estado palestino, el partido laborista, el secular pero muy conservador políticamente Avigdor Liberman y la Lista Conjunta mayormente árabe, una red heterogénea que no está claro pueda convivir.
El principal candidato de oposición, Yair Lapid del partido “Yesh Atid”, que en todos los sondeos es el primer partido después del Likud de Netanyahu, ni se presenta como candidato para no entrar en el juego de la campaña en su contra. Pero claro está que esa es su ambición, y que él tendrá más votos que cualquiera de los otros. Días atrás sin embargo, dijo que está dispuesto a renunciar a su sueño de ser Primer Ministro, con tal de sacar a Netanyahu del poder. No está totalmente claro aún qué significa eso, y en qué alternativa está pensando.
Lo seguro es que aún si Netanyahu tiene menos de la mitad más uno y no recibe la confianza del Parlamento , eso lejos está de significar que existe un gobierno alternativo. Y él podría quedar al frente de un gobierno de transición por mucho tiempo más.
La encrucijada es compleja y aún no tiene solución.
Ana Jerozolimski
Directora Semanario Hebreo Jai
(15 de Marzo de 2021)
Fuente: https://www.semanariohebreojai.com/editorial/243