(Ana Jerozolimski)
No es un secreto que Israel es un mosaico diverso y multifacético, compuesto – a grandes rasgos – por una mayoría judía que asciende a casi el 80% de la población y una gran minoría árabe, mayormente musulmana.
Dentro de esa gran minoría de algo más del 20% de la población, hay distintos matices. Están los beduinos que si bien son tanto árabes como musulmanes, culturalmente se consideran un grupo aparte. A ellos se suman un grupo más pequeño que comparte la fe musulmana, pero étnicamente no son árabes: los circasianos. Dentro de esa quinta parte de la ciudadanía israelí está la “minoría dentro de la minoría”: los cristianos. Si bien los hay también provenientes por ejemplo de la ex Unión Soviética, aquí la referencia es más que nada a quienes el Estado define como árabes cristianos, “título” que ellos mismos usaron durante mucho tiempo. Pero en los últimos años esa definición se ha estado resquebrajando, dado que parte de dicha comunidad ha comenzado a ahondar en sus propias raíces llegando a la conclusión que su identidad es otra. Cristianos, claro que sí, pero no árabes. Si bien son en parte producto de las mezclas que se dieron en el terreno desde la conquista árabe de la tierra que incluye hoy al Estado de Israel, en el año 636, su origen-sostienen- es otro totalmente distinto. Lo interesante es que quienes han tomado el liderazgo del esclarecimiento al respecto, parte de la comunidad cristiana, sienten que deben educar a sus propios hermanos, a aquellos que continúan considerándose “árabes cristianos”, porque-según dicen los primeros no conocen suficientemente bien sus propias raíces. Y están por cierto los drusos, una pequeña minoría que originalmente también venía del mundo árabe y se escindió del Islam en el siglo XI. Tienen su propia religión aparte, secreta, aunque el concepto “druso” es también cultural y social, dado que inclusive quienes no se consideran religiosos, tienen una profunda conciencia comunitaria separada. El común denominador de todas estas comunidades no judías, es que son ciudadanos israelíes. Los drusos tienen la singularidad de ser la única minoría no judía que hace el servicio militar obligatorio, por ley, a pedido de su propio liderazgo en los años 50, poco después de la creación de Israel. Pero esta nota no es sobre el servicio en las Fuerzas de Defensa de Israel, sino sobre la lucha que libran ciudadanos no judíos para defender al país con la palabra, contando la verdad tal cual ellos la viven diariamente. Claro que entre ellos también hay muchos que deciden aportar a la defensa del país enrolándose como voluntarios en las filas de Tzahal. Por un lado están el discurso público de los diputados árabes en la Knésset y la narrativa crítica y condenatoria del Estado que se oye a menudo de figuras públicas árabes en Israel. Pero por otro, en el terreno, la integración es cada vez mayor. Hay sí asignaturas pendientes por resolver en este sentido, a veces responsabilidad del Estado y otras de las distintas comunidades. Pero parece imposible concebir a alguno de los diputados árabes que pronuncian desde el podio de oradores del Parlamento israelí discursos de durísimas críticas a las políticas del gobierno de turno, optando por vivir en otro país de la región en lugar del Estado judío. No sólo porque no van a dejar la tierra en la que nacieron, sino por la forma en que viven en el Estado de Israel. Lo interesante es escuchar a aquellos ciudadanos no judíos que optan por decirlo abierta y categóricamente, que destacan este mensaje sobre lo singular y positivo de Israel, su país. Junto a quienes tienen un discurso combativo y crítico, está no sólo la mayoría silenciosa que quiere ser parte integral y avanzar plenamente en una exitosa inserción en la sociedad, sino también quienes no dudan en salir abiertamente a defender a Israel y contar la verdad de lo que ellos, israelíes no judíos, viven en su país. Estos son sólo algunos pocos ejemplos.
Fuente: Semanario Hebreo de Uruguay