Shlomo Hillel arriesgó su vida para salvar milagrosamente a los judíos de Babilonia, una provincia de la antigua Persia.
Por Yvette Alt Miller -Mar 17, 2021
Shlomo Hillel era conocido por haber sido vocero de la Knéset de Israel, ministro de policía, ministro del interior y embajador israelí en varios países africanos.
Pero pocas personas sabían que Hillel fue uno de los espías más audaces que trabajó en operaciones secretas. En las décadas de 1940 y 1950, trabajó detrás de las escenas, pavimentando el camino para que más de 120.000 judíos iraquíes pudieran huir y llegar a salvo a Israel.
Hillel falleció el 8 de febrero del 2021, a los 97 años, unas pocas semanas antes de la festividad de Purim, cuando recordamos el dramático rescate de los judíos en la Persia antigua. En cierta medida, la increíble vida de Shlomo y los obstáculos que superó para rescatar a los judíos iraquíes, se asemejan al peligro y las intrigas de los milagros de Purim.
La Comunidad Judía en Irak
Los judíos vivieron en Irak desde tiempos antiguos. Annie Green, del Centro Katz de Estudios Judaicos Avanzados de la Universidad de Pensilvania, señala que «la historia de los judíos en Irak es muy larga, se remonta al año 597 AEC cuando los judíos del Reino de Iehudá fueron exiliados a Babilonia (en hebreo, Bavel)».
Después de destruir el Templo judío en Jerusalem, Nebujadnetzar, el rey de Babilonia, obligó a muchos judíos a exiliarse hacia el norte, a las regiones que en la actualidad forman parte de Irak. El profeta Jeremías fue uno de estos judíos exiliados y él describió la espantosa escena: «Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos y llorábamos recordando a Sion» (Salmos 137).
La comunidad judía iraquí se convirtió en una de las más importantes del mundo. Allí escribieron gran parte del Talmud, y muchos judíos iraquíes fueron sumamente exitosos y establecieron redes de comercio por toda Asia y el Medio Oriente. Sin embargo, sin importar cuán exitosos llegaron a ser, los judíos iraquíes vivieron separados de sus vecinos musulmanes y cristianos, manteniendo sus propias tradiciones.
En los años 30, algunos iraquíes comenzaron a acercarse al nazismo. Mein Kampf fue traducido al árabe y lo publicaron en un periódico de Bagdad en 1933 y 1934. Durante la Segunda Guerra Mundial, Irak fue ocupada por los británicos, pero en la sociedad iraquí bullían las simpatías por la Alemania nazi. En 1941 hubo un golpe de estado y por un breve período llegó al poder un político iraquí que apoyaba abiertamente a Hitler. Durante ese período de agitación, algunos iraquíes comenzaron a volverse contra los judíos del país.
En 1941 saquearon las tiendas que pertenecían a judíos en la ciudad de Basora. De acuerdo con el Museo del Holocausto de los Estados Unidos, algunos musulmanes de Basora protegieron a los judíos en sus hogares para salvarlos de la violencia. Sin embargo, en la mayor ciudad iraquí, en Bagdad, los disturbios (conocidos como Farhud), fueron mortales. Durante dos días los saqueos fueron desenfrenados y atacaron 1.500 casas y tiendas que pertenecían a judíos. Entre 150 y 180 judíos iraquíes fueron asesinados durante el farhud; 600 judíos resultaron heridos y un número incalculable de mujeres judías fueron atacadas.
Crecer como judío en Irak en la década de 1930
Al igual que muchas familias judías iraquíes, la familia de Shlomo Hillel era muy grande. Él era el menor de once hermanos. Los Hillel estaban involucrados en el comercio internacional, se especializaban en importar té y ropa a Irak. Hillel tenía hermanos que trabajaban en India, Inglaterra y Japón, y él viajaba mucho con sus padres.
La familia Hillel era profundamente sionista. Shlomo Hillel asistía en Irak a una escuela judía. Él y sus amigos estudiaban hebreo, leían periódicos en hebreo y se preparaban para irse a vivir a la tierra de Israel. Hillel contó que en los años 30 comenzaron a incrementarse los sentimientos antijudíos y en favor de los nazis. Cuando declararon ilegal enseñar hebreo en las escuelas iraquíes, Eliahu, el hermano mayor de Shlomo, decidió irse a vivir a Israel.
«Mi padre dijo: ‘Si esto es lo que les hacen a los cristianos, ¿qué va a pasar con nosotros?'».
En 1933, un evento trágico convenció al resto de la familia de que ellos también debían partir. Las fuerzas musulmanas iraquíes atacaron a decenas de poblados asirios cristianos en los distritos de Dohuk y Mosul, lo que hoy es Irak. A veces llamadas las Masacres Simele, en nombre de uno de estos poblados, la barbarie fue espantosa. Hombres, mujeres y niños fueron asesinados de formas grotescas por su fe cristiana. «Recuerdo la marcha victoriosa del ejército iraquí por la calle principal de Bagdad», relató posteriormente Shlomo Hillel. Él recordó que los soldados que regresaban victoriosos eran rociados con agua de rosas y condecorados con flores tras haber matado a los asirios. «Mi padre dijo: ‘Si esto es lo que les hacen a los cristianos, ¿qué va a pasar con nosotros?'». Poco después Shlomo y su familia llegaron a lo que hoy en día es Israel.
La Haganá
Cuando tenía 23 años, Hillel se unió a la Haganá, la fuerza de combate clandestina de la comunidad judía que se convirtió en la Fuerza de Defensa de Israel cuando se declaró la independencia en 1948.
Su primera tarea fue supervisar la construcción de una fábrica clandestina y ultra secreta de balas en un kibutz cerca de la ciudad de Rejovot. Allí, bajo las narices de las tropas británicas que pululaban en la zona, 45 jóvenes judíos lograron fabricar más de 4 millones de balas que las tropas israelíes necesitarían muy pronto para sobrevivir la Guerra de la Independencia de Israel. Fue un logro impresionante, pero Hillel sintió que más que balas, Israel necesitaba refugiados judíos que la ayudaran a crecer.
Pidió ser reasignado, y la Haganá lo envió a Irak. Disfrazado como un árabe, Hilel tenía la misión de sentar las bases para la inmigración a Israel. Él les enseñó hebreo a los judíos locales y ayudó a pasar ilegalmente en camiones a algunos judíos iraquíes hacia Israel. Nadie conocía su verdadera identidad: cuando se relacionaba con los judíos iraquíes, Hillel era conocido como «Shamai» (en la época talmúdica, Hillel y Shamai eran los líderes de dos escuelas judías). En sus relaciones con los árabes, Hillel era conocido como Amu Iusuf.
Un avión repleto de judíos iraquíes, fotografiados al llegar al aeropuerto de Lod, en las afueras de Tel Aviv, a comienzos de 1951 (Teddy Brauner, GPO)
En ese momento, Irak estaba ocupado por las tropas británicas. Algunos soldados judíos ayudaron a sus hermanos judíos iraquíes. Hillel contó: «Los judíos iraquíes, disfrazados como soldados británicos, se subían a la parte trasera de los camiones del ejército. Estos eran generalmente jóvenes audaces y algunos cientos de ellos lograron cruzar la frontera de esta forma».
Los vuelos «Michaelberg»
«Comencé a sentir que ese sistema de ayudar a la gente a escapar de forma individual o en pequeños grupos era difícil e inadecuada si nuestro objetivo era permitir que escaparan miles de judíos», describió Hillel. «Pero en ese momento no teníamos otros medios». Irak les prohibía a los judíos salir del país, y los británicos que gobernaban la tierra de Israel, dejaban entrar a muy pocos judíos.
Hillel escuchó que había algunos pilotos norteamericanos que habían servido en la Segunda Guerra Mundial, que habían comprado un avión de carga y que buscaban oportunidades comerciales. De acuerdo con el relato de Hillel, la Haganá se puso en contacto con los pilotos y les dijo: «Miren, en Palestina hay algunas personas locas que están dispuestas a pagar mucho dinero para llevar ilegalmente judíos a Palestina». Hillel dijo que «los pilotos, que no eran judíos, aceptaron diciendo: ‘mientras nos paguen, estamos dispuestos a hacerlo'». El nombre de uno de los pilotos era Leo Wessenberg, el copiloto se llamaba Mike. Hillel nunca supo cuál era su apellido. Combinando los nombres de los pilotos, Hillel creó la «Operación Michaelberg» para ayudar a traer a la Tierra de Israel a los judíos de Irak.
Las autoridades iraquíes inspeccionaban cualquier aerolínea que entrara o saliera oficialmente del país, por lo que el plan original de la Haganá era que el avión «Michaelberg» aterrizara en el desierto y sacara a los judíos en secreto. Hillel estaba a cargo de llevar este plan a la práctica, pero no tenía idea cómo lograrlo. «Los arreglos se hicieron con tanta velocidad que ni siquiera tuve tiempo de pensarlo en profundidad», declaró después.
«Literalmente salí a la mañana del kibutz (donde vivía) para reunirme con mis jefes en Tel Aviv, y ellos me pidieron que saliera de inmediato hacia Irak. Los tres (el piloto, el copiloto y yo), viajamos ese mismo día a Bagdad. Cuando nos acercábamos al aeropuerto de Bagdad, observé el enorme desierto tratando de identificar un buen lugar donde podríamos recoger a los pasajeros y despegar. Comprendí que no había forma de que pudiera determinar algo así desde el aire. De repente sentí pánico, me había metido en algo que me superaba. Toda esa idea de los vuelos secretos era una locura».
Pero al ver los aviones que carreteaban para despegar en el aeropuerto internacional de Bagdad, Hillel tuvo una idea audaz. En ese entonces, era habitual que los aviones fueran hasta el final de la pista y esperaran allí unos cinco minutos para que se calentaran los motores antes de despegar. Las pistas tenían como un kilómetro y medio de largo. ¿Qué pasaría si los judíos se escondían de alguna manera por allí, a un kilómetro y medio del aeropuerto, y subían a bordo antes de que el avión despegara?
Hillel les explicó su idea a los pilotos. «Ellos pensaron que me había vuelto loco. Eventualmente los convencí», contó años más tarde.
El avión podía llevar 50 pasajeros. En dos días Hilel había arreglado la operación. Cincuenta judíos iraquíes esperaron en la oscuridad cerca del borde de la pista. Previamente habían abierto un hoyo en la valla del aeropuerto. El avión despegó al amanecer y voló a Yavniel, una comunidad agrícola en el norte de Israel, antes de que los soldados británicos se despertaran. Los agentes del Mosad recibieron al avión y les entregaron a los pilotos bolsas repletas de dinero. «Lo habíamos logrado, teníamos un sistema», explicó después Hillel.
El sistema «Michaelberg» también se usó para llevar judíos desde Italia a Palestina. Posteriormente también lo usaron para llevar armas que el naciente estado judío necesitaba con desesperación.
No había más opción que ayudar
Una vez que Israel declaró su independencia y comenzó a luchar por su vida en la Guerra de la Independencia, la situación de los judíos iraquíes se volvió intolerable. «Después que comenzó la guerra, empezamos a recibir telegramas de nuestros emisarios en Bagdad… Los telegramas decían: ‘La situación es espantosa. Los judíos son arrestados y acosados. Por favor vengan a ayudarnos».
Dada la terrible situación de Israel que luchaba por su propia existencia, Hillel no creyó que pudieran hacer nada. Pero comprendió que rendirse no era una opción.
Dos mil años antes, cuando los judíos en la antigua Persia corrían grave peligro, le pidieron a la reina Ester que ayudara. La situación era tan abrumadora que Ester dudó. Ante probabilidades tan sombrías, ¿cómo podría lograr salvar a sus hermanos judíos? Pero Ester tuvo coraje e intervino. Contra todo pronóstico, milagrosamente logró salvar al pueblo judío.
También en 1948 Shlomo Hillel sintió que su situación era imposible. «Pensé que no podría tener éxito debido a la situación» de Irak en ese momento, explicó. Pero rendirse no era una opción. «Recuerdo que pensé: ‘No podemos ponernos en una posición en la que después tengamos que responder cuando nos digan que nunca respondimos a sus pedidos de ayuda cuando estaban en medio de circunstancias tan difíciles'». Hillel sintió que cualquier cosa que pudiera hacer, sin importar cuán desesperada, les daría esperanzas a sus hermanos judíos en Irak.
El sacerdote «judío»
En junio de 1948, Hillel se embarcó disfrazado de francés en una misión ultra secreta para explorar la frontera entre Irán e Irak. Primero viajó a París, donde se conectó con un gran tesoro: un sacerdote católico de origen judío ruso llamado Alexandre Glasberg.
Glasberg había nacido judío, pero se había convertido al catolicismo y llegó a ser sacerdote. Aparentemente seguía sintiendo un afectuoso lazo con su comunidad judía y quizás incluso con su identidad judía. Durante el Holocausto, Glasberg había salvado a 2.000 niños judíos ocultándolos en monasterios. Ahora estaba dispuesto a ayudar a los desesperados refugiados judíos a llegar a Israel para reconstruir sus vidas en el estado judío.
Glasberg le dijo a Hillel que tenía contactos entre los cristianos asirios que vivían en la frontera entre Irak e Irán. ¿Quizás esos asirios podrían ayudar a que los judíos salieran de Irak hacia Irán, sobornando a la policía iraní, y de allí llegar a Israel? Glasberg e Hillel fueron a visitar a los asirios para descubrir si eso era posible.
Los asirios «vivían de forma tan miserable que no podían ayudar a nadie», descubrió Hillel. «Al final les di un camión que habíamos pensado usar, porque vi que en su remota ubicación necesitaban con desesperación tener un vehículo».
Hillel comenzó a establecer contactos dentro de la gran comunidad judía iraní, y a explorar la manera en que se podía sobornar a diversos oficiales iraníes. Muy pronto, los oficiales de la policía iraní le aseguraron que a cambio de un soborno masivo, ellos permitirían que los judíos iraquíes entraran al país y se fueran a Israel. El único problema ahora era encontrar una manera de conseguir visas falsas para los judíos, para que les permitieran salir de Irán.
Glasberg llegó al rescate. Él era amigo cercano de importantes oficiales franceses. «¿Cuántas visas quieres?», le preguntó. «Yo sólo dije una cifra. Le dije 250. Él me dijo: ‘Muy bien, dame los nombres’. Yo no sabía qué decirle. No tenía nombres, porque ni siquiera sabía quiénes serían esas personas. Él dijo: ‘Sin nombres no puedo conseguirte visas’. Entonces me senté y en una noche, inventé los nombres de 250 personas, familias enteras con sus alias». En unos pocos días llegaron las visas francesas. Rápidamente Hilel asignó nombres falsos a los refugiados judíos iraquíes, acomodándolos con los nombres inventados en sus visas.
«Eventualmente, nuestra gente en Irak entendió el significado de mis mensajes y comenzaron a enviarme gente a Irán», recordó Hillel. «Primero fueron dos personas, después 10, luego 15 y así sucesivamente. De repente tenía a tantas personas que no sabía qué hacer con ellas, porque tenían que esperar un tiempo en Teherán mientras arreglaba sus visas y sus vuelos». Al comienzo, Hillel llevó a los refugoiados a un hotel, pero muy pronto había tantos refugiados que ya no `pudo seguir haci`pendolo. Hillel estableció un campamento en un viejo cementero judío iraní. A pesar de la miseria de sus condiciones de vida, cada vez había más judíos iraquíes pidiendo que Hillel los ayudara a escapar. En un año, Hillel llevó a más de 12.000 judíos iraquíes a Irán y de allí a Israel.
La ruta que seguían era tortuosa. Los judíos cruzaban de Irak a Irán y luego, con sus visas francesas, volaban a París. De allí tomaban un tren a Marsella, donde abordaban aviones que pertenecían a una aerolínea de chárter llamada Trans-Ocean, dirigida por Ronnie Barnett, un judío británico, y con respaldo del Mosad. Así volaban de Francia hacia Israel.
El «Sr. Armstrong»
En 1950, Hillel regresó a Israel y continuó trabajando en rutas clandestinas para llevar refugiados judíos a Israel. En 1952 se casó con Temima Rosner, una inmigrante judía, originaria de Viena.
La ruta clandestina que Hillel había establecido entre Irak e Irán pronto se convirtió en un secreto conocido. Un periodista del New York Times incluso viajó al lugar y escribió sobre lo que vio. Hillel creyó que el hecho de que tantos judíos abandonaran Irak se convirtió en una vergüenza. Hillel consideró que la ruta de escape que él estableció abrió la puerta para que todavía más judíos pudieran emigrar de Irak.
En 1950, el experimentado político iraquí Tawfeeq Al-Suwaidi volvió a asumir el cargo de primer ministro iraquí. Aquí comenzaron entrar en juego una serie de coincidencias, de forma similar a lo que ocurrió con la historia de Purim, en las cuales la presencia de Dios quedó oculta por una serie de aparentes «coincidencias».
El vecino del primer ministro Al-Suwadi era un judío llamado Iejezkel Shemtov. Shemtov era primo de Shlomo Hillel, y poco tiempo antes había asumido como el director electo de la comunidad judía de Bagdad. El primer ministro Al-Siwadi se quejó con Shemtov porque muchos judíos estaban abandonando el país en secreto, lo cual provocaba una mala imagen del país.
Shemtob le respondió: «Probablemente toda la historia es sobre algunos jóvenes impetuosos que terminaron la escuela y ahora el gobierno no les permite conseguir trabajos en el sector público, por lo que están desempleados. Déjalos que se vayan. No debe haber más que cinco o seis mil de ellos. ¿Para qué quieres mantenerlos aquí en contra de su voluntad? Deshazte de ellos y también nosotros nos los quitaremos de encima».
Increíblemente, en 1951, Al-Suwaidi aceptó el consejo de Shemtov. Todos los judíos que quisieron partir de Irak pudieron hacerlo. En unos pocos meses, prácticamente toda la comunidad judía, alrededor de 104.000 personas, se había registrado para partir de Irak.
Hillel dijo que los oficiales del gobierno israelí estaban en estado de shock. Israel era un país pobre y parecía imposible poder absorber tantos refugiados, en especial después de que Al-Suwaidi dejara claro que los judíos iraquíes no podían llevarse ningunos de sus bienes y prácticamente nada de equipaje. De todos modos, Israel comenzó a prepararse para el éxodo masivo de judíos iraquíes. «Comenzamos a planear una manera de traerlos a todos en avión y rápidamente, antes de que el gobierno iraquí pudiera cambiar de opinión», recordó Hillel.
Hillel adoptó el alias de un empresario norteamericano llamado Richard Armstrong y viajó a Bagdad con una propuesta comercial. Él viajó con Ronnie Barnett, el judío británico que dirigía la aerolínea Trans-Ocean, que llevó a los judíos iraquíes desde Francia a Israel. Esta vez, representaban a otra empresa de viajes respaldada por el Mosad, la Near East Air Transport Company. Esta empresa de viajes realmente existía y tenía su sede en los Estados Unidos. La empresa era propiedad de James Wooten, un empresario no judío que como propietario de Alaska Airlines había supervisado el transporte aéreo de los judíos yemenitas a Israel. Ronnie Barnett era el gerente operador. Juntos deseaban presentar una oferta para un contrato para transportar a los judíos iraquíes a Israel.
El «Sr. Armstrong» logró obtener una audiencia con el primer ministro Al-Suwaidi. En el encuentro también estuvo presente Iejezkel Shemtov, el primo de Hillel. Hillel se sintió petrificado por miedo a que su primo pudiera llegar a demostrar algún indicio de reconocimiento, pero Shemtov nunca dijo ni una palabra, y trató a su primo como el «Sr. Richard Armstrong».
El primer ministro comenzó el encuentro explicando a los empresarios que la emigración ilegal era terrible para Irak porque los judíos que se escapaban sacaban del país sus bienes y dejaban sin pagar grandes deudas y muchos impuestos. «Yo pretendí sentir simpatía hacia esa mentira. A continuación, comenzamos las negociaciones», contó Hillel. Acordaron trabajar con una empresa de viajes iraquí, que parcialmente pertenecía al primer ministro Al-Suwaidi. Los hombres acordaron cuál sería el costo del pasaje de cada judío, que incluía un respetable soborno, y Iejezkel Shemtov le aseguró al primer ministro que la comunidad judía de Irak garantizaría el costo de cada uno de los judíos que salieran del país.
Rápidamente acordaron todos los detalles. La sinagoga Meir Twerig en Bagdad se convirtió en el centro de los judíos iraquíes que renunciaban a su ciudadanía. La sinagoga Mesouda Shemtov de Bagdad se transformó en la estación de salida de los judíos que iban rumbo a Israel. Allí los judíos recibían sus documentos para viajar y las instrucciones respecto al vuelo que debían tomar.
La operación resultante, llamada «Ezra y Nejemías» por los lideres bíblicos que guiaron al pueblo al salir del exilio de Babilonia para regresar a la Tierra de Israel, salvó a 130.000 judíos iraquíes. El New York Times escribió que esta fue la mayor migración aérea que el mundo habái visto. Sólo quedaron en Irak unos pocos miles de judìos. En el año 2008, quedaban menos de 10 hombres judíos en todo Irak.
Los judíos etíopes llegan a Israel
Shlomo Hillel ocupó diversos cargos en la política israelí, incluyendo el cargo de ministro del interior. En ese puesto, firmó una ordenanza que incluía a los judíos etíopes dentro de la ley del retorno, que asegura la ciudadanía a los judíos de todo el mundo que la pidan. Debido al accionar de Hillel, 120.000 judíos etíopes inmigraron posteriormente al estado judío. En el año 1991, el masivo operativo conocido como Operación Salomón, trasladó por avión a Israel en sólo 36 horas a 14.324 judíos etíopes, y recordó la emoción que habían experimentado años antes al traer a los judíos iraquíes.
Uno de esos judíos etíopes que entraron a Israel gracias a Shlomo Hillel, fue una joven mujer llamada Enatmar Salam. Posteriormente, ella conoció en la universidad a Ari, el hijo se Shlomo, y se casaron. Eventualmente descubrieron que Shlomo Hillel había hecho posible que Enatmar y su familia inmigraran a Israel. «¿No es eso un milagro?», preguntó Ari Hillel en el funeral de su padre. «¿Cuántas veces una persona es recompensada por sus actos ya en este mundo?».
Cuando Ester vaciló por un instante respecto a ir a hablar con el rey y poner su vida en peligro, Mordejai le dijo: «¿Quién sabe si no fue precisamente para este momento que llegaste al trono?» (Libro de Ester 4:14). Como Ester, cada uno nace en un momento en el cual son necesarias sus capacidades y habilidades singulares. Shlomo Hillel fue un hombre que tuvo la bendición de ver los resultados de sus años de acción.
Como nuestros antepasados, Hillel luchó incansablemente por sus hermanos judíos. Hoy, muchos miles de judíos residen seguros en Israel gracias a una vida de servicio de Shlomo Hillel.
Fuente: https://diariojudio.com/opinion/las-audaces-hazanas-del-hombre-que-rescato-a-miles-de-judios/357172/