Deseamos suerte, de corazón, a Juan Guaidó.
No soy venezolana, pero este lunes, al ver las imágenes de Juan Guaidó regresando a su país tras una gira por cinco países aliados para reforzar los contactos con quienes apoyan el regreso de la democracia a Venezuela, ovacionado con gritos de ciudadanos que salían a su paso y pedían “¡Libertad, libertad!” , lloré de emoción.
Traté de imaginarme qué siente este hombre joven al que las circunstancias evidentemente han convertido en un líder, al tener hoy sobre sus hombros la responsabilidad de desafiar a un dictador que tiene de rehén a un país entero. No creo que sea posible que no haya sentido temor al volver. Tal como escribió en las redes sociales, debía tomar en cuenta la posibilidad de ser detenido.
“Si el usurpador y sus cómplices se atreven a tratar de retenerme, hemos dejado una ruta clara, con instrucciones claras a seguir por nuestros aliados internacionales y hermanos del parlamento. Estamos mucho más fuertes que nunca y no es momento de desfallecer”, escribió en su cuenta de Twitter. Lo único que ha evitado hasta ahora que el régimen detenga a Guaidó tal cual ha advertido haría, alegando que “viola la ley”, es la estatura política que el Presidente de la Asamblea Nacional tiene hoy. Es considerado ya por muchos el único Presidente legítimo de Venezuela hasta que el pueblo vaya libremente a las urnas. Se ha agigantado con el correr del tiempo.
Pero claro que por más aliados que tenga Venezuela, la eventualidad de ser detenido por el oscuro régimen de Maduro, no puede dejar tranquilo a nadie. Ha habido ya muchos muertos y heridos, hay represión, hay carencias básicas terribles, producto todo ello del régimen, no del azar. Todo eso basta para aterrar a cualquiera. Pero a ello se agregó lo sucedido el sábado 23 de febrero cuando Maduro mandó a sus tropas no sólo a cerrar la frontera e impedir el ingreso de ayuda humanitaria que había sido concentrada en Cúcuta, Colombia, sino también a prender fuego a camiones con alimentos y remedios. Sólo una mente perversa y realmente cruel puede concebir algo así.
Este editorial es más que nada producto de una necesidad emocional de expresar públicamente apoyo a Juan Guaidó y al pueblo venezolano en su lucha por la libertad. Pero intentaremos aportar algo también al debate público sobre la situación venezolana, refiriéndonos a la legitimidad –que algunos discuten- de Guaidó como Presidente interino. Es imperioso aclarar que para ello he recurrido a analistas venezolanos residentes fuera de su país, que dominan los detalles de la situación mejor que nosotros y pueden por ende explicar las cosas con pleno conocimiento del tema. Hubiéramos querido citarlos, dado que el tema de las fuentes siempre nos resulta sagrado, pero fueron ellos que nos han pedido no hacerlo “porque Maduro aún está en el poder”.
Este es el resumen de dichas explicaciones, importante para entender el tema.
En diciembre de 2015, todos los partidos de la oposición se unieron y lograron juntos un abrumador triunfo electoral, ganando la mayoría de la Asamblea Nacional, o sea el parlamento, la institución presidida por Juan Guaidó. Esa Asamblea electa tomó posesión el 5 de enero del 2016 pero unos días antes se les adelantó el PSUV, el partido chavista, que junto a sus aliados designó a los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, que habrían tenido que ser elegidos seis meses más tarde. Dicha movida de los chavistas tuvo como objetivo impedir que sea la recién electa Asamblea Nacional (AN) la encargada de elegirlos, dado que estaba claro que la AN, en la que acababa de resultar victoriosa la oposición, no habría elegido a partidarios del régimen.
Desde ese momento, fue entonces el gobierno de Maduro el que tomaba todas las decisiones, a través del ilegalmente nombrado Tribunal Supremo de Justicia, desautorizando a la AN.
¿Y Guaidó?
Pues bien…La Asamblea Nacional de Venezuela fue electa por 4 años y en enero de cada uno de esos años se elige la junta directiva de la AN, ya que los partidos de la coalición opositora decidieron que se turnarían entre ellos los cargos directivos. Enero de este año era el último ya que en diciembre 2019 debería haber elecciones legislativas. Y este enero, le tocaba la presidencia de la AN al partido “Voluntad Popular” por lo cual la responsabilidad cayó en los grandes hombros de Juan Guaidó. En realidad le debería tocar a Freddy Guevara pero por persecución del régimen, está refugiado en la embajada de Chile. Por lo tanto, el 5 de enero del 2019, fue elegido Juan Guaidó como Presidente de la Asamblea Nacional.
Nos recuerdan los analistas venezolanos consultados, que en el 2018, en medio de la seria crisis humanitaria, tanto social como económica, Maduro decidió llamar a una Asamblea Nacional Constituyente, convocándola ilegalmente ya que el paso previo debe ser necesariamente llamar a referendo, consultar a la ciudadanía, lo cual él obvió. De este modo designó candidatos de su propia gente para la Constituyente, sin contar con la población. Aunque el Consejo Nacional Electoral dijo que millones fueron a votar, en la práctica lo que hubo fue una elección fantasma. Esa ANC, afirman los analistas consultados, es ilegal e ilegítima, pues no se siguieron los pasos que la Constitución exige.
Y fue justamente esa Asamblea Constituyente la que llamó a las elecciones presidenciales de mayo 2018, cuando por ley debería haber sido en diciembre. El Consejo Nacional Electoral, que es un organismo totalmente secuestrado por el gobierno, preparó elecciones, nadie fue a votar, no se cumplieron con las garantías que debería tener cualquier elección en un país democrático. A ello se sumó el hecho que numerosos dirigentes opositores están inhabilitados. Por ende la oposición. Ganó Maduro pero las elecciones fueron declaradas fraudulentas por numerosos países y por las Naciones Unidas y la OEA.
El 10 de enero de 2019 terminó el primer período presidencial de Maduro (que tampoco era legal ni legítimo) y se juramentó por supuestamente haber ganado las elecciones adelantadas de mayo de 2018. Pero con las elecciones fraudulentas, en realidad Maduro no fue reelecto presidente.
Y volvemos concretamente a Guaidó.
Hay tres artículos de la Constitución que aplican para que la presidencia recaiga en el presidente de la Asamblea Nacional.
-El Artículo 233 estipula: el presidente de la Asamblea Nacional debe asumir el Poder Ejecutivo si el Ejecutivo electo tiene una falta absoluta, para posteriormente convocar a elecciones presidenciales. Este se adapta, pues no hay Ejecutivo electo.
– También aplican los artículos 333 y 350 que sentencian la legitimidad de lo que se redacta en la Carta Magna y exigen activarse ante el desconocimiento de la Constitución por parte de un gobierno que contraría sus principios y derechos humanos. El Poder Legislativo, que en el presente es reconocido a nivel internacional como la única institución legítima del Estado, tiene la responsabilidad de hacer cumplir lo que la Constitución establece.
Por ende, cabe resumir que el único poder legítimo hoy en Venezuela, es el legislativo, la Asamblea Nacional.
Todo este razonamiento jurídico sobre la situación venezolana es clave para comprender de dónde tiene Juan Guaidó legitimidad para declararse Presidente interino hasta la realización de elecciones libres para, valga la redundancia, liberar a Venezuela. Pero a todo ello es clave agregar que para que ello resulte, es imperioso que haya gente valiente. Juan Guaidó lo es. Tiene agallas, una singular singular combinación de valentía y sencillez.
Desde esta modesta tribuna, le deseamos éxito. A través suyo, va directo al pueblo venezolano.
Por: Ana Jerozolimski
Fuente: http://www.semanariohebreojai.com/editorial/31