Hace más de una década ,el escritor, periodista y conferencista Julián Schvindlerman escribía (con referencia al atentado contra la AMIA):
“Hasta aquí el pasado ¿pero que hay del presente, del futuro? ¿Se han aprendido las lecciones del atentado? ¿Se comprende la magnitud de la amenaza terrorista contemporánea? Me temo que no ¿Se entiende que la conmemoración sin concientización deviene en mecanización? ¿Qué junto con el imperativo ético de honrar la memoria de los caídos, tenemos un obligación práctica y moral de prevenir una repetición de análogas tragedias a futuro? Estas preguntas deben se formuladas, y por sobre todo, y por el bien de todos nosotros, espero que en un futuro cercano, satisfactoriamente abordadas”.
El futuro es hoy. En pocas horas, nuestra memoria llegará al recuerdo de las víctimas que sucumbieron bajo los escombros de la AMIA, y pocas horas después la memoria recordará que un día después de la destrucción de AMIA, Hezbolá volaba en pedazos un avión de Alas Chiricanas en Panamá con 21 personas a bordo, doce de ellas, judías.
En la tarde del 19 de julio de 1994 partió del Aeropuerto Enrique Jiménez, Ciudad de Colón, con destino a Ciudad de Panamá, un bimotor propiedad de la compañía Alas. A bordo del Embraer iban 21 personas (18 pasajeros y 3 tripulantes). 12 de los ocupantes eran empresarios integrantes de la comunidad judía de Panamá. Apenas 10 minutos después del despegue,un fogonazo, seguido por una fuerte explosión, se vio y se sintió sobre las montañas de Santa Isabel, en la provincia de Colón.
Después de décadas de especulaciones ,incertidumbre, dolor y frustración, en 2018, durante una visita a Israel, el entonces presidente de Panamá Juan Carlos Varela se reunió con el primer ministro Benjamín Netanyahu, encuentro en el que Netanyahu le informó que la inteligencia de Israel confirmó que el grupo libanés Hezbolá había estado detrás del atentado en Panamá.
Las preguntas de Julián Schvindlerman, si no tenían respuestas entonces, hoy cobran vigencia por lo negativo: Las respuestas las seguimos buscando. No se han aprendido las lecciones de ningún atentado. Ni del de Panamá, ni del de la Embajada de Israel en Argentina, ni de la AMIA ni de las decenas que sucedieron después (y siguen sucediendo) en más de un continente. La comunidad internacional no sólo no ha sabido en general, y no ha querido en particular, definir con claridad lo que significa el terrorismo como fenómeno que destruye sin miramiento las sociedades civiles, sino que varias potencias amparan, fomentan y financian acciones terroristas sin recibir penalidad alguna de la entelequia llamada comunidad internacional.Tampoco se ha comprendido el daño que hace la mecanización vacía de objetivos. Nos aleja de los hechos, aísla a las familias de las víctimas, hace más frívolas y hasta ofensivas las consignas que repiten algunos gobernantes prometiendo hacer lo que cualquiera sabe que no van ni a intentar cumplir.
Julián Schvindlerman señalaba entonces que además de honrar, debemos prevenir. Nunca vamos a dejar de honrar, recordar, denunciar y clamar. Esa respuesta a su pregunta sigue siendo positiva. Pero no todos van a honrar y recordar ¿Hay alguna Corte Internacional, de esas que se crearon para impartir justicia y de las que muchos no recuerdan su nombre completo, que en 26 años haya estado preocupada en buscar alguna forma posible para que el terrorismo de julio de 1994, se sintiera realmente perseguido y acusado? ¿Por qué es un tema de país por país señalar a Hezbola como organización terrorista?¿Es acaso que las agencias internacionales no lo hacen para proteger a Irán como mentor de Hezbola ,y a la larga al propio Hezbola?
La Unión Europea y Estados Unidos ya habían declarado hace un tiempo a Hezbola como organización terrorista. Hace un año comenzó América Latina, y fundamentalmente Argentina, dos veces víctima. Son pasos que hay que destacar, aunque hasta allí se haya llegado. Han seguido Paraguay, Honduras y Colombia ¿Estas decisiones impedirían más terrorismo como se preguntaba Julián Schvindlerman hace años? Contestamos igual que él, entonces: no parece.
Todos sabemos minuciosamente que desde hace más de treinta años, las células de Hezbolá han podido entrar en América Latina, y aunque al principio se instalaron mayoritariamente en la Triple Frontera, a partir de la llegada al poder de Chávez en Venezuela, se extendieron no sólo por la zona del Caribe sino también donde gobernaron los socios de Chávez: Bolivia, Nicaragua, entre otros. Aunque no vamos a señalar nada que no podamos saber, en días de memoria, recordemos en qué contexto estamos, para así entender por qué las respuestas a preguntas esperanzadoras se convierten en desilusión muy rápidamente. La estrategia de acercamiento de Chávez a Irán supuso una estrecha colaboración manifestada en la entrega de pasaportes venezolanos a islamistas y su participación en el negocio de la droga. Esa interrelación también contribuyó a su mayor dispersión por la región, mediante progresivos lazos de Hezbolá con quienes participan en la estructura del narcotráfico, como las FARC o algunos carteles mexicanos. Veamos cifras. La porosa frontera conecta Ciudad del Este (Paraguay), que cuenta con 400 mil habitantes; Foz de Iguazú (Brasil), con 300 mil, y Puerto Iguazú (Argentina), con 82 mil. Se trata de un foco de actividades ligadas al blanqueo de dinero, la falsificación, el contrabando y el narcotráfico. Las autoridades han podido constatar redes de financiación de Hezbolá, así como la presencia de operativos del grupo. Podemos recordar por notorio, público y reciente, que el año pasado detuvieron a Assad Ahmad Barakat y a una quincena de miembros de su clan, dedicado a generar fondos para Hezbolá.
Cuando esta semana recordamos a los asesinados en Buenos Aires el 18 de julio y a los asesinados el 19 de junio en Panamá, y tenemos presentes a los asesinados en la Embajada de Israel en Buenos Aires dos años antes, no podemos evitar, que aparte del dolor, independientemente del vacío que genera la imposibilidad de hacer algo contra una multiplicada impunidad, seamos conscientes de que los asesinos están entre nosotros, y caminan por las mismas calles por las que caminamos todos. Así es, habrá asesinos que estarán protegidos en Irán y otros que el tiempo se los habrá llevado. Pero mientras sepamos quiénes están en Venezuela, Cuba, Nicaragua, en la Triple Frontera, y no sólo que están sino que operan fuertemente como lo denunció el Secretario General de la OEA, sentiremos una laceración mayor. La que inevitablemente provoca darnos cuenta año tras año de que el memorándum de 2013 con Irán, no sólo fue una aberración sino una prueba a la indiferencia.Y ese camino se recorre hoy en día. Entre los que siguen enterrando los hechos para que sean olvidados, y los indiferentes que los acompañan con entusiasmo y que piensan que la historia puede desaparecer porque pasan los años. Y, enfrentándolos, los que no vamos a abandonar ni un segundo a la memoria y al reclamo. Porque no sólo sin memoria no hay historia, sino que sin memoria no puede haber dignidad ni justicia.
Por Eduardo Kohn
Fuente: https://www.radiojai.com/index.php/2020/07/16/62383/terrorismo-en-julio-memoria-e-impunidad/