Recordarás… si quieres un mundo mejor.
Es cierto, hay que tener los pies bien puestos en el presente para construir el futuro. Pero igual de innegable es que la humanidad solo avanzará en la medida que aprenda de su pasado. Y en ese sentido, frente a los legados impregnados de sangre y dolor se hace indispensable recordarlos. No a modo de autoflagelación, sino para genera un nivel de conciencia tan pleno, tan absoluto, que nos evite la tragedia de caer en una historia en espiral. Abracemos el «nunca más».
Los trenes de la muerte
Imagina que tú y tu familia fueron arrestados y confinados en un pequeño barrio de la ciudad en la que naciste. Estás en esa situación porque, según un conjunto de leyes dictadas por el gobierno que conduce los destinos de tu país, la religión que profesas y/o tu raza es ahora considerada un crimen, un peligro para el Estado y sus ciudadanos de bien. El nacionalismo se impone por encima de Dios.
Allí permaneces por casi tres años, viendo como aumentan rápidamente las condiciones de miseria más absoluta, en la medida que van llegado a ese «ghetto» más y más familias enteras que comparten tus mismas creencias o características raciales. A todos les han impuesto duras limitaciones, como la prohibición de hornear pan o salir de esa área para buscar alimentos. Es que ni siquiera se te permite sembrar alguna cosa que sirva para comer. El poco o mucho dinero que tienes solo puedes utilizarlo para comprar, a través de los funcionarios que te custodian, los productos para tu mínima subsistencia.
Un buen día, cuando todo ha colapsado y ya no es posible seguir llenando el ghetto con más gente, tus captores te dicen que es necesario evacuar la zona. El plan que ahora debes seguir, sin cuestionar nada, es lo que ellos han llamado «Reasentamiento para trabajar en el Este». No sabes si alegrarte, porque pareciera que ahora podrás generar algún recurso que mejore la calidad de vida de tus hijos; o asustarte mucho porque puede tratarse de una mentira para llevarte a algún lugar peor.
Los que están a cargo de la operación te dicen que el viaje será en tren y no es gratis. Tendrás que usar el dinero que te queda para comprar tu boleto y el de los tuyos. A los niños entre 10 y 12 años se les cobrará la mitad del precio y los menores de 4 años no pagarán. En pocas palabras, los prisioneros deberán cubrir los gastos de su deportación.
Para un viaje sobre el que no conoces a ciencia cierta el destino y mucho menos el tiempo de travesía, te informan que solo podrás llevar una maleta o una mochila con pocas pertenencias, ropa de cama y una manta, tus utensilios personales para comer (un plato y una cuchara), y provisiones para dos semanas (pan, harina, cebada perlada y porotos). ¡Siéntete afortunado! Fuiste de los pocos a los que al menos se les permitió llevar alguna cosa.
Llega el día del viaje y el caos en la estación de tren es terrible. Son tantos prisioneros que los que dirigen la operación deciden ignorar la recomendación de la compañía ferroviaria encargada de estos traslados de llenar cada vagón con un máximo de 50 personas. A empujones terminan subiendo entre 150 y 200 almas a cada uno de esos contenedores de madera. Así que en este punto te obligan a entregar tu maleta y provisiones. No hay espacio para eso. Solo te quedas con la ropa y los zapatos que llevas puestos. Al final de la jornada, embarcaron 6.500 prisioneros en 45 vagones.
Sabías que las condiciones del viaje no serían las más cómodas, porque pagaste por boletos en tercera clase. Pero jamás te esperabas que irían todos de pie en unos vagones que originalmente fueron diseñados para transportar ganado o mercancías. Así que allí lo único que hay, para quienes necesiten un baño, es un cubo que servirá de letrina. En algunos vagones, el suelo fue forrado con cal viva para absorber el orine y las heces. Tampoco hay ventanas. Solo dos pequeños recuadros con barrotes que en realidad no son suficientes para la ventilación de tanta gente.
Fue una larga travesía de seis días. Por ser un tren de carga, no podía sobrepasar los 80 kilómetros por hora. Pero como iba con un gran exceso de peso, la locomotora desarrolló una velocidad media de 30-50 kilómetros por hora. La peor parte de esta horrible pesadilla fue que en todo ese tiempo nunca recibieron agua o alimentos. Cuando llegaron a su destino, un sábado por la tarde, las puertas no se abrieron de inmediato. Los dejaron allí, encerrados hasta el lunes, porque el personal para recibirlos ya había terminado su jornada de la semana. Cuando finalmente les permitieron salir, 1.450 personas estaban muertas. Algunas sofocadas, otras deshidratadas y otras, las que estaban frente a las diminutas ventanas con barrotes, por exposición directa a los elementos de la naturaleza. Extremo frío o extremo calor.
Tú sobreviviste, pero tu familia NO. Desembarcas y te das cuenta que no estás en un campo de trabajo en Ucrania, como te prometieron. Aquella mentira se las dijeron a todos para evitar que se resistieran a la deportación. La cruda realidad es que te llevaron a un campo de concentración en Polonia. Ahora te toca enfrentar la selección de tus captores. ¿Irás a la cámara de gas para que te asfixien hasta morir? ¿O te condenarán a realizar trabajos forzados hasta que mueras de inanición?
La continuación de esta historia es un asunto para otro capítulo, uno dedicado específicamente al horror que los nazis les hicieron vivir a millones de judíos, así como a miles de romaníes (gitanos), discapacitados, polacos, prisioneros de guerra soviéticos y afroalemanes.
Subir HOY en un vagón de la muerte
Te hicimos imaginar que vivías en carne propia toda esta pesadilla para decirte que, si quieres subir el nivel de esa experiencia, lo puedes hacer en Panamá. Y es que este país se convirtió en el tercero del continente americano en tener para exposición permanente uno de los vagones originales utilizados para la masacre nazi. Esto gracias a las gestiones del Museo de la Libertad y los Derechos Humanos, ubicado en paseo turístico de Amador, en Ciudad de Panamá.
El Museo de la Libertad y los Derechos Humanos – clic aquí para ir a su web oficial – es un proyecto de la Fundación de la Democracia y Libertad para documentar la evolución de las libertades políticas y los Derechos Humanos en Panamá y el mundo.
El plan maestro del museo incluye tres pabellones, una plaza al aire libre y una laguna conmemorativa en medio de una hermosa zona arbolada. El primer edificio, «Igualdad», cuenta con una impactante exhibición sobre los derechos humanos. El vagón original traído de Polonia es parte del edificio «Tolerancia», donde se disponen las exhibiciones acerca del Holocausto y genocidios del siglo XX y XXI. Otro de los espacios, «Memoria», es un edificio diseñado para rescatar la memoria histórica de la República de Panamá. La estructura también cuenta con una biblioteca, un auditorio y manejo de colecciones.
En otro artículo, vinculado a este, podrás disfrutar de una entrevista exclusiva que hicimos al señor Roberto Eisenmann III, director fundador del Museo de la Libertad, y a la señora Dalia Perellis de Gateño, presidenta de Yad Vashem Panamá, ambos artífices de la llegada a Panamá de este «tesoro histórico». En un breve comunicado que nos extendieron cuando aceptaron nuestra invitación a participar en uno de los programas en vivo de Calidoscopio Life a través de CICA Radio, nos adelantaron estas apreciaciones: «Adquirirlo, fue una hazaña against all odds, tanto por sus casi 80 años de vida, como por la ley pasada en Polonia, prohibiendo que se le vinculara con el Holocausto, lo que hizo la búsqueda inmensamente más difícil. Nuestro vagón llega, tras 75 años de estar estático y silente, a hablar en nombre de 6 millones de almas judías, que fueron inhumanamente deportadas y transportadas a un infiero en vida, a una de las atrocidades más grandes que ha perpetuado el hombre. Y lo hará en silencio, con tan solo su presencia… será un aporte para la humanidad, en momentos donde la inequidad, la intolerancia y el racismo continúan estremeciendo nuestros cimientos a nivel mundial».
Los trenes del holocausto
Existe abundante e interesante información en la Internet en torno a este tema. Más abajo te vamos a dejar algunos enlaces que te pueden servir si quieres ampliar tu conocimiento en este asunto. También te dejaremos la película «El último tren a Auschwitz«, doblada al español. Esta pieza fílmica alemana, que data de 2006, fue dirigida por Joseph Vilsmaier y Dana Vavrova. Su título original es Der letzte Zug y tiene una duración de 123 minutos.
La trama gira en torno a los acontecimientos registrados en abril de 1943, tras la salida de la estación de Grunewald de un tren con 688 judíos hacia Auschwitz. La travesía de seis días y medio se transforma en una lucha contra el calor, el hambre y la sed. En su desesperación, se levantarán líderes como Henry (Gedeon Burkhard), Albert (Roman Roth), Lea (Lale Yavas) y Ruth (Sibel Kekilli) en la búsqueda de una huida eficaz, antes de llegar a Auschwitz.
En la vida real
La Deutsche Reichsbahn Gesellschaft (conocida por las siglas DRG, DRB o simplemente DR) era la compañía nacional alemana fundada en 1920 para operar el sistema ferroviario del país. Se trataba de una sociedad anónima cuyo único accionista era el Estado alemán. Tras la llegada de Hitler al poder, el régimen nazi la asimiló en 1937 al Ministerio de Transportes del Reich y la renombró como Deutsche Reichsbahn.
Cuando en 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial, la DR jugó un papel importante en el transporte de tropas, material bélico y municiones. En un abrir y cerrar de ojos el sistema se militarizó y además se expandió considerablemente, incorporando algunas secciones ferroviarias de Francia, Yugoslavia y la Unión Soviética a medida que aumentaban los territorios ocupados por las fuerzas militares alemanas o los anexionados al Reich alemán.
Luego, tras la conferencia de Wannsee del 20 de enero de 1942 en donde se estableció la «Solución final de la cuestión judía», la DR pasó a convertirse en el pilar para la movilización de la gigantesca masa de prisioneros de los ghettos a los campos de concentración y de exterminio. Las vías ferroviarias era la única forma rápida, eficiente y hasta cierto punto discreta para mover semejante volumen de personas desde distintos lugares de la Europa dominada por los nazis.
Y es que el plan para aniquilar a millones de judíos se manejó con un secretismo tan contundente que se cuenta que, a finales de 1942, el secretario privado de Hitler, Martin Bormann, y Heinrich Himmler, el funcionario de más alto rango de las SS, tuvieron un desacuerdo por las palabras apropiadas para hablar de aquel delicado asunto. Himmler llamó a Bormann para informarle que ya se habían exterminado 50 mil judíos en un campo de concentración en Polonia. A lo que el secretario de Hitler respondió: «¡No fueron exterminados, solo evacuados, evacuados, evacuados!»; y colgó el teléfono.
Al finalizar la guerra y tras un esfuerzo de investigación titánico, se supo con certeza que más de 1.600 trenes fueron organizados por el Ministerio de Transporte de Alemania, y registrados principalmente por una compañía ferroviaria estatal polaca asumida por Alemania, debido a que la mayoría de los campos de exterminio estaban ubicados en la Polonia ocupada. Entre 1941 y diciembre de 1944, fecha oficial del cierre del complejo de Auschwitz-Birkenau, el horario de transporte/arribo fue de 1,5 trenes por día, cada uno con 50 vagones de carga. Si hubiesen respetado el máximo de 50 prisioneros por vagón de carga, en un periodo de 1.066 días, habrían movilizado casi cuatro millones de personas. Pero, como ya les contamos, en realidad se cargaban rutinariamente desde un mínimo de 150% a 200% de la capacidad. Así que la cifra se pierde de vista.
Una de las anécdotas más espeluznantes data del 18 de agosto de 1942. Ese día, un oficial de las Waffen SS, Kurt Gerstein, presenció en Belzec la llegada de «45 vagones con 6.700 personas, de las cuales 1.450 ya habían muerto». Ese tren transportaba los judíos del Ghetto de Leópolis, que quedaba a menos de 100 kilómetros de distancia de su destino final. ¿Viste?, en nuestro ejercicio para activar tu imaginación usamos datos reales. Pero mucho peor fue el destino que tuvieron los judíos deportados desde la isla griega de Corfú. A ellos les tocó una travesía de 18 días. Cuando el tren llegó al campamento y se abrieron las puertas, todos estaban muertos.
Fuente: https://calidoscopio.life/2020/06/15/un-vagon-del-holocausto-en-panama-parte-i/