Los Estados que suscribieron los Acuerdos de Abraham han demostrado su compromiso con una realidad.que busca potenciar la estratégica posición de la región y no ahondar en prejuicios desfasados. Una realidad que mira hacia el futuro y no se detiene a lamentar el pasado.
Hace apenas un año, no me hubiera imaginado que los Emiratos Árabes Unidos, el Reino de Bahréin, Sudan y el Reino de Marruecos, establecerían relaciones diplomáticascon el Estado de Israel. Sin embargo, lo que para mí era inimaginable se materializó a través de los denominados Acuerdos de Abraham, suscritos a finales del año 2020. Tampoco hubiera creído que el PrimerMinistro de Israelse reuniría con el Príncipe Heredero de Arabia Saudita, y menos que esta última permitiría a una aerolínea israelí sobrevolar su espacio aéreo en vuelo a Dubái. Sentí que estaba soñando. La semana pasada me desperté abruptamente.
Desperté sorprendido con la noticia de que la Corte Penal Internacional se había declarado competente para juzgar al Estado de Israel y sus ciudadanos por sus acciones defensivas dentro de los territorios palestinos. Me llamó mucho la atención que un ente tan poco relevante en la actualidad tome una decisión tan extrema, especialmente ante una coyuntura histórica tan atípica y esperanzadora.
Luego de siete décadas de retórica nihilista y violencia, enemigos históricos decidieron acercarse para buscar la paz y el bienestar común. Al mismo tiempo, un organismo extraño a estos toma una decisión que evidencia un sesgo en contra de uno de los actores. Franz Kafka se estaría revolcando en su tumba. Veamos por qué.
La Corte Penal Internacional es un organismo de derecho internacional público. Fue creada para juzgar crímenes de lesa humanidad y otros delitos graves. Su ámbito de acción es complementario a las legislaciones penales nacionales y generalmente se ejerce frente a los llamados «Estados fallidos». Básicamente, si los Estados no investigan o no juzgan a los responsables por ese tipo de delitos, entonces se activa la competencia de dicho Tribunal.
El Estado de Israel no es un «Estado fallido». Es un Estado que ejerce desde hace décadas su propia jurisdicción penal, militar y administrativa para investigar y juzgar los delitos cometidos por sus ciudadanos. Por lo tanto, esa premisa le es inaplicable.
Por otro lado, los Estados miembros de la Corte Penal Internacional lo hacen por voluntad propia. Hasta hace una semana, dicha Corte no ejercía su competencia sobre Estados que no sean miembros. Rompiendo con todo precedente lógico, y cuando su rol se ve disminuido, dicha entidad, que debe ser apolítica, toma una decisión que afecta desproporcionadamente a un Estado que precisamente no es miembro. Se trata del Estado de Israel. ¿Acaso no existen otras causas más urgentes, y realmente graves y extremas que investigar?
Cabe mencionar que muchos otros Estados, tales como Estados Unidos, Rusia, China, India, Israel, Cuba e Irak, tampoco son miembros de dicha Corte.
Considero que, al enfocarse en el Estado de Israel, precisamente cuando la paz regional se está afincando, todo lo que busca la Corte Penal Internacional es protagonismo.
Además, el tono político de la decisión es evidente como paso a explicar. Para muchos, el mayor perdedor de los Acuerdos de Abraham es el liderazgo palestino. Ante la nueva visión de algunos de sus otrora aliados incondicionales en el mundo árabe, los líderes palestinos, en lugar de volver a la mesa de negociaciones, recurren a sesgadas organizaciones multilaterales para que se condene a la única democracia del Medio Oriente: el Estado de Israel.
El Medio Oriente es una región compleja y a veces difícil de entender. Los Estados que suscribieron los Acuerdos de Abraham han demostrado su compromiso con una nueva realidad. Una realidad de cooperación para el desarrollo humano y económico en común. Una realidad que busca potenciar la estratégica posición de la región y no ahondar en prejuicios desfasados. Una realidad que mira hacia el futuro y no se detiene a lamentar el pasado. Una realidad que no debe cambiar por una pequeña piedra en su camino.
Abogado y docente universitario.
Fuente: https://www.panamaamerica.com.pa/opinion/una-piedra-en-camino-paz-1182761