El recinto que guarda los rollos del Mar Muerto, uno de los hallazgos más importantes del Siglo XX, ofrece al visitante un vistazo muy completo sobre el mundo espiritual en la antigüedad
Esther M. Arjona
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El Museo de Israel, en Jerusalén, está ubicado en un lugar privilegiado. Se ubica justo frente a la Knesset —parlamento israelí—, y otras oficinas gubernamentales. Así de importante es la cultura para el Estado. Pero dentro del propio museo, un edificio es el que probablemente llama más la atención. Se trata de una cúpula blanca rodeada de fuentes. Sus líneas absolutamente curvas contrastan con un obelisco negro una especie de muro del que en algún momento emergió fuego.
Caminamos por un pequeño jardín al que se le han instalado piezas arqueológicas de la época grecoromana, que ponen en contexto las piezas estelares que albergan esta edificación. Estamos en el Santuario del Libro, centro que fue construido en 1965 para resguardar los siete manuscritos que fueron hallados en una cueva ubicada aproximadamente a un kilómetro de las ruinas de Qumrán, en la costa noroccidental del Mar Muerto, a 40 kilómetros al este de Jerusalén.
Nos acompaña en el recorrido el Dr. Adolfo Roitman, curador de los rollos del Mar Muerto y director del Santuario del Libro. Su voz es entusiasta, como si estuviese revelando esta información por primera vez; hace gala de gran conocimiento y también de un agudo sentido del humor.
‘Este edificio cuenta una historia que tiene que ver precisamente con estos documentos. La idea de los arquitectos era crear una oposición de formas colores y elementos. Y la razón es que uno de los temas centrales de estos documentos, ellos hablan de una guerra cósmica entre el bien y el mal, entre la pureza y la impureza, entre la luz y la oscuridad. Ellos querían contar esta historia a través de la arquitectura’, explica Roitman, refiriéndose a La Regla de la Guerra, también conocido como ‘La guerra de los hijos de la luz, contra los hijos de las tinieblas’, contenido de uno de los rollos encontrados en las cuevas de Qumrán.
El jardín arqueológico es parte de una ampliación en 2006, a la cual se agregó una donación que recibió el Museo de Israel y que podemos observar llegando a una barandilla que hace de mirador. Un modelo completo de la ciudad de Jerusalén hace 2,000 años.
‘Este modelo se le conoce como Holyland de Jerusalén, no solo porque al lugar se le llame Tierra Santa sino porque en la década de 1960 había un hotel que se llamaba Holyland que instaló el modelo en sus predios porque en ese momento Jordania controlaba parte de Jerusalén oriental, y era una forma en que los visitantes que no tenían el permiso de cruzar a la otra parte conocieran cómo fue Jerusalén en su época de gloria’, dice el curador.
El modelo, el más grande de una ciudad en el mundo, fue cedido al museo cuando los descendientes del propietario del hotel decidieron demolerlo y no querían que esta joya corriera con igual suerte. Desde ese pequeño mirador el visitante puede observar la ciudad de Jerusalén como si estuviese situado en el Monte de los Olivos.
Pero aun esta exhibición no hace mella a la principal atracción, los rollos del Mar Muerto, dentro del Santuario per sé, para lo que descendemos unas escaleras, ya que el edificio se encuentra bajo tierra, para la protección de estos importantes documentos.
El Santuario del Libro
La entrada semeja la de una mastaba, y es que ‘los arquitectos querían crear la impresión no solo de que se está entrando a un museo sino de que se está entrando a un templo, a un lugar espiritual’, sostiene. Al adentrarnos en el recinto nos encontramos con parte de la pared negra que desciende desde arriba y que representa el camino hacia la pureza. ‘Los arquitectos trajeron Qumrán por medio de la edificación, hasta Jerusalén para crear una experiencia virtual’, comenta.
El interior del santuario del libro se divide en tres salas. La primera es la sala de orientación, donde se le explica al visitante qué son los rollos, dónde los encontraron, qué importancia tienen. La segunda sala es de exhibición donde se muestran algunos artefactos hallados en las cuevas.
‘Todos los artefactos que están exhibidos son originales, a excepción de los fragmentos de los rollos, cuyos originales se mantienen solo en la tercera sala’, dice Roitman. Inicialmente se trató de una exhibición temporal llamada Un día en Qumrán y su objetivo era explicar la vida de los hombres anónimos tras los rollos del Mar Muerto. Elementos de la vida cotidiana de este grupo son exhibidos: un peine de madera que sirve para despiojar, sandalias, enseres: platos, cuencos, vasos, elementos de material orgánico que gracias a las características de la zona del Mar Muerto se han podido preservar a este momento. También están las vasijas que contenían en su interior los preciados rollos.
La tercera sala, ubicada justo bajo la cúpula blanca, alberga los rollos del Mar Muerto. ‘Esta división tripartita no es casual, allí está el santo de los santos — sancta sanctorum —, el recinto más reservado de un templo’, detalla. Y la cúpula blanca es semejante a la tapa de las vasijas que contenían los rollos. Entrar bajo la cúpula blanca, es como entrar al interior de la vasija.
‘Se buscaba que la gente entendiera con el espacio la importancia de este descubrimiento considerado el de mayor importancia en el siglo XX a nivel mundial, que presentó y todavía presenta una revolución en la comprensión del mundo antiguo y en los orígenes del cristianismo y el judaísmo que, digamos, son los fundamentos de occidente’, contextualiza.
Adentro de la tercera sala, todos los manuscritos son los originales, salvo alguno que por su extrema fragilidad no permite su exhibición y en su lugar se ha colocado una copia, sin embargo, el original se conserva en una bóveda especial.
Los protagonistas, los rollos
Una cuarta parte de los manuscritos corresponden a la biblia hebrea, y son los más antiguos en todo el mundo y eso despierta el interés de buena parte de la humanidad.
Esta es la razón por la que Roitman considera que los rollos son más famosos que algún otro documento exhibido en otro museo y que tiene incluso más antigüedad.
De 230 manuscritos encontrados en once cuevas de Qumrán, algunos son copias del mismo documento. ‘Del libro de los salmos, que es un libro de oraciones, tenemos 36. Del Deuteronomio, que es el quinto libro del pentateuco, tenemos 30. Pero de todos ellos, solo hay un rollo que está completo y es el libro de Isaías, el gran profeta de Israel’, indica el experto. El ejemplar mide siete metros con 34 centímetros ‘con los 66 capítulos en el mismo orden que tenemos en nuestras biblias’, asegura.
‘Es la ‘Mona Lisa’ del pueblo judío; el mayor tesoro cultural que tiene el pueblo de Israel. Todo el edificio fue construido para destacar eso’, dice con orgullo. Y debido a su importancia, fue expuesto como la piéce de résistance del santuario desde su inauguración.
Sin embargo, para finales de la década, el curador que estaba entonces a cargo notó algunas grietas en el rollo y se decide retirarlo para evitar que continúe su deterioro. Desde entonces se exhibe solo una parte y para evitar que sufra un daño, cada tres meses se cambia el fragmento exhibido.
El rollo de Isaías está datado entre el año 120 y 100 antes de nuestra era, la época de los Macabeos, 100 años antes de que naciera Jesús.
Isaías, el profeta más popular
‘El profeta más citado en los rollos del Mar Muerto es Isaías, así como es el profeta más citado en el Nuevo Testamento. La única escena en el Nuevo Testamento donde Jesús lee está en el evangelio de Lucas, capítulo cuatro. Era sabbat y en la sinagoga en Nazaret cuenta el evangelio que Jesús llega y le dan para leer un libro que es el libro de Isaías’, documenta el curador. ‘Isaías era considerado el profeta que conocía el secreto de los tiempos mesiánicos. Y por eso para tantos grupos, para los qumranitas, para Juan Bautista, para Jesús, el libro de Isaías era importante. En ese sentido, los rollos del Mar Muerto certifican la importancia que tiene Isaías no solo en el Nuevo Testamento; que para los judíos de la época era muy importante, eso representa la espiritualidad de esos años’, agrega.
Más libros, más investigación
Tres cuartas partes de los manuscritos encontrados son ‘no bíblicos’, ‘lo que significa que hay nuevos libros lo que es un enorme aporte a la historia de la investigación, son libros que no conocíamos’, establece Roitman. En este grupo, está El comentario de Habacuc, un libro extracanónico conocido, pero del cual no se tenía una copia tan antigua. Habacuc, uno de los profetas menores de la biblia hebrea, vivió hace 2,600 años antes de la destrucción del primer templo por los babilonios. El manuscrito no presenta las profecías de Habacuc sino comentarios sobre los oráculos del profeta. ‘Este es uno de nuestros tesoros nacionales. Es un libro de carácter sectario, escrito en hebreo, en la época romana, tiene unos 2050 años y, aun así, es perfectamente legible para un hebreoparlante de hoy’, destaca. Se trata de un texto que, por la alta calidad de su presentación, es evidente que fue hecho por un escriba experimentado, lo que hace suponer que es un texto muy importante para la comunidad de Qumrán.
Para Roitman la mayor relevancia que tiene este documento es que ‘recupera esas voces alternativas de un grupo en polémica con el grupo gobernante, ahora tenemos esa voz de una minoría en documentos originales de hace dos mil años’, sostiene.
Una joya del medioevo
Bajamos unas escaleras que nos llevan a una sala que tiene otro gran tesoro cultural de Israel: El Códice de Alepo. ‘Este libro es el manuscrito medieval más importante del mundo, un documento que nace en Galilea de Israel, Tiberíades, un manuscrito que tiene mil años y es considerada la mejor versión del texto tradicional de la biblia hebrea en el mundo’, afirma.
En un mostrador cubierto de vidrio se encuentra un libro abierto que tiene a la vista una de sus páginas. ‘El libro era tan famoso ya en su momento, que es robado por los cruzados mientras permanecía en una sinagoga de Jerusalén. Se pide un rescate por el libro, el cual es pagado y el manuscrito se traslada a Egipto. Después de un complicado periplo llega a Alepo en el siglo XIV. La comunidad lo tenía a resguardo y muy poca gente pudo apreciarlo hasta ahora. En diciembre de 1947, al aprobar la Asamblea de la ONU el establecimiento del estado de Israel, los sirios queman la sinagoga y el manuscrito desaparece. Lo que realmente sucedió es que cuando el incendio terminó los judíos entraron a la sinagoga, y rescataron el manuscrito, pero hicieron correr la noticia de que había sido destruido para que no lo buscaran. Envuelto en una sábana y dentro de una palangana entra a Israel, sin embargo, de él solo hay 295 páginas solamente, poco más de la mitad’, relata Roitman. Desde entonces, sus páginas faltantes son unos de los manuscritos más buscados del mundo.
Termina la visita, las puertas del museo están a punto de cerrar. Roitman, en una última intervención recalca que el Santuario quiere ser ‘un lugar para el encuentro de culturas y religiones. Una de las funciones del santuario del libro es promocionar el diálogo intercultural e interreligioso’. Y es que, buena parte de la humanidad se encuentra identificada por estos textos, que forman parte de la tradición judeo cristiana.
Los rollos del mar muerto
PERGAMINOS
Los primeros rollos del Mar Muerto fueron encontrados en una cueva cercana a Qumrán por un grupo de beduinos que transitaban por la zona a finales del año 1946. Más adelante, se encuentran otras diez cuevas con otros manuscritos que se supone fueron escondidos allí para evitar su destrucción por parte de los romanos. En estas 11 cuevas fueron encontrados entre 20 a 25 mil fragmentos de manuscritos que luego fueron reconstruidos por los investigadores. En total hoy se conservan unos mil manuscritos de hace dos mil años.
La mayoría de esos documentos están escritos en cuero de animal, pergamino antiguo y la minoría, un 20%, en papiro. La enorme mayoría, un 90%, están escritos en distintas grafías de hebreo, una pequeña minoría en arameo y del 1% al 3% en griego.
El Santuario del Libro fue construido para acoger los siete primeros manuscritos que resultaron ser los más completos, y los mejor preservados. La mayoría de los manuscritos hallados en las cuevas de Qumrán se encuentran hoy en el Santuario del Libro, en el Museo de Israel y en el Museo Rockefeller de Jerusalén, así como en el Museo Arqueológico de Jordania en Ammán. Algunos manuscritos o fragmentos se encuentran también en la Biblioteca Nacional de Francia en París o en manos privadas, como la Colección Schøyen en Noruega.
Desde 2015, con la tecnología de Google, una versión digital está disponible en internet, en la página web del Santuario, a disposición de investigadores y público en general.
Los qumranitas
Estudiosos minimalistas afirman que se trata de un grupo de unas 40 personas, mientras los maximalistas piensan que fueron de 120 a 150 personas, igualmente un grupo pequeño, en gran mayoría, si no todos hombres que vivían en comunidad y dedicados a la vida espiritual: al estudio, al rezo. Por ello algunos les llaman los monjes de Qumrán. La opinión más extendida entre los investigadores es que se trataba de una secta judía aislacionista, probablemente esenia denominada Adat ha-Yahad que se retira al desierto por encontrarse en polémica con los sacerdotes de Jerusalén.
Por los enseres encontrados en las cuevas, elementos muy simples y carentes de ornamentos se demuestra que es una comunidad austera. Para poder pertenecer a ella, el aspirante debía entregar a la comunidad todos sus bienes. Probablemente los cristianos tomaron la práctica de la comunidad de bienes inspirados por grupos como estos.
Fuente: http://laestrella.com.pa/vida-cultura/cultura/visita-santuario-libro/24124699